Hasta los mismos morenistas lo reconocen, la lucha en contra de la violencia en México es un rotundo fracaso, estado por estado, la delincuencia organizada, las manifestaciones, la delincuencia común arrodillan a un estado incapaz de resolver el principal problema del País, la inseguridad.
Si hacemos un simple recorrido del día, encontramos una balacera en un centro comercial del Estado de México, taxistas asesinados, asaltos y robos de todo tipo.
Zacatecas, el estado de los Monreal, los morenistas encumbrados, es un estado que arde mientras sus ciudades son atravesadas por el fuego cruzado de los cárteles de la droga.
En Guerrero la violencia es inconcebible, los estudiantes de Ayotzinapa, aquellos que de manera natural deberían de ser aliados de los morenistas, salieron a las calles a intentar tomar una caseta de autopista y sobre ellos fue lanzada la fuerza de la Guardia Nacional.
Nuevo León, una de las cunas de la industria mexicana, vive con el temor diario de las balaceras, prácticamente todos los días se asesina a alguien en el área metropolitana de la ciudad de Monterrey.
El lejano Quintana Roo, el paraíso caribeño, dedicado exclusivamente al turismo, a recibir visitantes y ofrecer servicios de hospedaje, alimentación y transporte, es hoy una nueva frontera de la delincuencia, donde no importa la nacionalidad de los muertos.
Tijuana, la gran ciudad de Baja California, quieta durante algunos años, ha recuperado la dinámica violenta que la hizo saltar a los diarios y noticieros del mundo, el año pasado registró un récord de asesinatos.
La zona del Bajío, esa que crece y crece sin parar industrialmente también lo hace en violencia, en narcotráfico, en extorsiones, no hay ninguna región de México que se escape, que pueda dormir en paz.