Si algo nos caracteriza a los sinaloenses en la resiliencia, famoso concepto que se usa para decir que aguantamos todo, pero ayer el hartazgo se vio colmado.
Tuvieron que ser Gael y Alexander, los niños de 12 y 9 años asesinados junto con su padre en un ataque armado en Culiacán, los que vinieron a despertar ese “estamos hartos” que todos los días pensamos, decimos, exclamamos y clamamos todos los habitantes de Sinaloa.
El reclamo real, legítimo y doloroso llegó hasta las puertas del Palacio de Gobierno y lo traspasó con furia, con indignación y con coraje.
Pudiera pensarse que no debieron responder de esa forma violenta al ir precisamente a reclamar por la violencia rampante que nos agobia, pero a nadie se le puede culpar de tal reacción.
Los que estuvieron ahí, marchando vestidos de blanco y clamando por justicia y poner un freno a la crisis de seguridad, nos representan.
Como nos representan los que a gritos, empujones y destrozos quisieron hacerse escuchar.
Ese es el Sinaloa ciudadano que está harto de lo que aquí se vive, de vivir entre el temor, sin poder salir con seguridad, padeciendo los estragos económicos y también los emocionales que estos hechos de sangre van dejando adentro de cada uno de nosotros.
Más allá de arengas políticas, los ciudadanos colmados de esta situación acudieron a quienes les deben resolver su seguridad, a las autoridades, que mucho o poco pueden estar haciendo, pero a quienes en su cara les siguen dejando el reguero de muertos, heridos, balas... y sinaloenses rotos.
