Es una lástima que se haya perdido todo el trabajo que se ha hecho por recuperar la confianza para que los ciudadanos de los más grandes e importantes centros urbanos de nuestro estado volvieran a los pueblos rurales.
La intención siempre ha sido la mejor: ofrecer nuestro orgullo sinaloense, como gastronomía, hospitalidad y un respiro en una nueva modalidad de turismo interno para nosotros mismos.
Y vaya que se había logrado, con tanto empresario y demás emprendedor para pulir esas bellezas que por décadas dejamos olvidadas en nuestros pueblos más pintorescos e históricos, como Pánuco y Copala, en Concordia; Matatán y Chametla en Rosario; o La Noria o El Quelite en Mazatlán.
Pero también esos nuevos lugares que fuimos construyendo para volverlos sitios cada vez más accesibles y que hoy son verdaderos lugares para presumir a los mismos nacionales, como las playas de Celestino Gasca o El Patole, en Rosendo Niebla, en Elota.
Ahora tenemos que esperar a que el monstruo que ya una vez nos alejó de esos lugares antes, se vaya o se tranquilice para volver a visitarlos.Porque el tema queda como el regreso a clases: todos dudamos de que sea seguro.