Apenas ayer hablábamos de la cultura de la prevención que ha crecido de manera importante en Sinaloa, en los últimos años. Y ayer mismo el fenómeno climatológico denominado “Nora” nos demostró que no hay prevención que valga frente a los caprichos de los desastres naturales.
“Nora” causó más daños en Sinaloa cuando perdió su categoría de huracán, incluso cuando ya no era ni siquiera tormenta tropical, apenas era una baja presión remanente, pero el agua que precipitó sobre el sur de Sinaloa fue la de varios fenómenos juntos.
Después de degradarse en el norte del estado, gran parte de la nubosidad cargada de agua de “Nora” se quedó estacionada sobre el sur de Sinaloa, dejando una descarga pluvial histórica.
Desde Mazatlán hasta Escuinapa, pasando sobre decenas de comunidades, llovió de manera casi ininterrumpida durante más de 24 horas, provocando que las presas se llenaran más allá de sus límites y desbordando ríos y arroyos.
Las alarmas se dispararon a pesar de que no hubo vientos, ni descargas eléctricas, a pesar de que la lluvia parecía inofensiva y las corporaciones de rescate se encontraban en operación, fue solo el agua sin límites la que convirtió al sur de Sinaloa en una zona de desastre.
Un tren descarrilado, puentes colapsados, autopistas cerradas, aeropuertos sin servicio y miles de familias aterradas por la posible pérdida de su patrimonio, fueron solo algunos de los daños que provocó “Nora”, con su pertinaz lluvia y su lentitud de huracán debilitado.
Hoy toca recuperarnos lentamente, ayudando a los que perdieron sus pertenencias y respetando las indicaciones de las corporaciones preventivas.
Los primeros informes de evaluación de daños hablan de por lo menos 24 mil personas afectadas, pero el recuento apenas comienza.
