En medio de la ola de violencia por la que atraviesa Sinaloa y que ya se encamina a su tercer mes, hasta hace poco, Mazatlán sólo había padecido los efectos colaterales del enfrentamiento de facciones del crimen organizado que se había concentrado en la zona central de la entidad.
Los efectos colaterales significaba una reducción principalmente en el flujo de turistas que llegan por carretera y se ha notado principalmente los fines de semana, cuando los sitios turísticos, principalmente el paseo costero, lucía lleno de visitantes y hoy no se tiene la misma cantidad de paseantes.
Y eso era hasta hace poco, en el que la confianza de las autoridades de que los hechos delictivos no se extendieran hasta el puerto fue excesiva y ya ha habido indicios de que las cosas se pudieran complicar.
Dos mandos policiacos han sido asesinados, ha habido agresiones a balazos en algunos puntos de la ciudad y tres personas fueron privadas de la libertad en la zona turística.
No es tarde para actuar, pero tampoco vale que las autoridades sigan con esa confianza excesiva de que Mazatlán, la llamada “joya turística” de Sinaloa, es seguro y tranquilo cuando los hechos de violencia mandan una señal en sentido contrario.
Aunque a las autoridades, independientemente del nivel en que gobiernen, les cueste trabajo, deben empezar a reconocer la realidad para que las decisiones que tomen sean acorde a las necesidades que se tienen en las comunidades de restablecer la paz.
Cada comunidad de Sinaloa necesita de condiciones suficientes para que sean seguras y que sus vidas puedan desarrollarse con normalidad y sin el riesgo de que la violencia coarte sus libertades.
Y si las autoridades tardan en dar una respuesta, como un incremento en los operativos, por ejemplo, los espacios que hasta ahora han podido mantenerse tranquilos podrían verse trastocados por la violencia que ha generado la confrontación de los grupos de la delincuencia organizada.
Tienen tiempo para reaccionar y para actuar, por supuesto, pero negándolo y volteando hacia otro lado no ayudará a que la población y quienes lo visitan, como en el caso de Mazatlán, mantengan la confianza.