Varios planteles educativos en todo México se han convertido en tendencia de conversación por las denuncias que mujeres estudiantes han hecho públicamente de las agresiones de las que son víctimas dentro de las escuelas.
Acosos, intentos de acoso, extorsión y abuso, son algunas de las denuncias que han señalado públicamente, tanto en actos masivos como en redes sociales.
Y son situaciones que en la práctica no deberían ocurrir, porque el sistema educativo está, entre otras cosas, para ir formando mejores ciudadanos.
Pero la realidad es que se han seguido perpetuando prácticas en las que el machismo y la misoginia prevalecen y todavía muchos hombres asumen que tienen el control sobre las mujeres.
Pero ellas, las jóvenes estudiantes, están dando muestra de que algo está cambiando en el País y no precisamente por lo que están aprendiendo con los planes de estudio, sino por las experiencias que viven tanto dentro como fuera de las escuelas.
Lo que antes era un silencio compartido ante las agresiones de las que eran objeto, desde frases de acoso hasta tocamientos no consentidos, hoy se reproduce en un coro global que expone a los abusadores.
Y las autoridades y las instituciones educativas no deberían sentirse molestas por eso que ha estado ocurriendo. Lo que se necesita, es que actúen y tomen las medidas que eviten que esos patrones de conductas negativas se sigan reproduciendo con el consentimiento de muchos.
Los momentos actuales demandan de más empatía hacia las denuncias presentadas y sobre todo, a las formas en las que se están realizando. Los de hoy, no son momentos en que tengan que apelar a seguir caminos instituciones que, como está visto, no ha sido la solución para la queja de las estudiantes.
Mucho de lo que ocurre en los espacios públicos tiene que ver con cómo se forma a los niños y jóvenes. Si todavía siguen registrándose conductas negativas que buscan abusar de otros, es evidente de que no se está haciendo la tarea. Y ya es hora de hacerlo.