Atender la crítica

    En un sistema democrático, donde quiera que se encuentre, una de sus principales fortalezas es la posibilidad de que la crítica fluya y se le escuche y se le entienda, principalmente hacia quienes ostentan posiciones de poder.

    La apertura a esos señalamientos pueden en algún momento permitir cambiar rumbos o ajustarlos o dar explicaciones respecto a una toma de decisión o a la aplicación de una política pública.

    Y en los momentos actuales, la crítica tiene una mayor resonancia conforme se van transformando los espacios en los que se pueden expresar. Las redes sociales, por ejemplo, permiten acceder a críticas con diferentes puntos de vista que debieran ayudar a entender de mejor manera los asuntos públicos.

    En México, por ejemplo, se plantean y se escuchan críticas hacia el actual Gobierno y el Presidente, desde su posición y espacio de poder, ha pretendido criticar a quienes lo critican, sin entregar espacios para atender y entender lo que los otros opinan.

    Y ese es uno de los principales problemas que se tienen en una democracia como la de México, por ejemplo. Al Gobierno no le gusta la crítica porque todo lo convierte en opositores.

    Los opositores, por su parte, no aceptan mucha de la crítica que se les hace porque luego intentan vincular a quien la manifiesta con el oficialismo.

    Y de esa manera, el País se ha polarizado entre posiciones encontradas y barreras que dificultan encontrar puntos de coincidencias y zanjar un camino que ayude a todos.

    En Sinaloa ocurren condiciones similares con las entidades y los actores públicos. Hacer crítica se toma como una declaración de confrontación y llegar a acuerdos entre todos se ve como una tarea difícil.

    Ocurre incluso en espacios que tienen en su naturaleza la crítica, como la Universidad Autónoma de Sinaloa, que en medio del conflicto que sostiene con el Gobierno de Sinaloa, ha empezado a cerrar en su interior cualquier resquicio a formas de pensamiento diferentes a sus líderes y seguidores y termina por suprimirla.

    La sociedad mexicana, la sinaloense y la universitaria, no están en una burbuja y requieren de contrapesos para poder desarrollarse de una mejor manera. Una forma diferente de hacerlo, haciendo un lado los contrapesos, solo genera espacios para el autoritarismo.