Nuestro papel y responsabilidad en el rescate de la memoria histórica

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    Entre luchadores sociales, familiares de desaparecidos durante el periodo de la Guerra Sucia de los 70 y 80, y de la actualidad, atestiguamos de primera mano no solo las historias de estos activos participantes de la sociedad civil, sino de los esfuerzos que realizan aún para rescatar y preservar su archivo. Proyectos que requieren recursos, esfuerzo, trabajo y apoyo, y que no son sencillos ni de realizar ni de conseguir, pero que estos colectivos ponen todo su empeño en lograr su objetivo.

    Es usual que participemos en cursos, capacitaciones y proyectos con instituciones, organizaciones, colectivos y grupos de diferente índole, nacionales o internacionales, siempre relacionado con nuestra labor periodística.

    Lo hacemos en temas de libertad de expresión, de reportaje de investigación, de edición, de herramientas digitales, de ética periodística, en fin, de periodismo en las diferentes ramas y aspectos.

    Esta semana que pasó estuvimos participando en un taller de capacitación y grupo de trabajo un tanto inusual para nosotros, pues prácticamente éramos los únicos periodistas ahí. Todos los demás eran, son, rescatadores de la memoria histórica.

    A nosotros, como periodistas, en Noroeste, nos gusta pensarnos, como bien dice la periodista Marcela Turati, como hacedores de la memoria cotidiana, sin embargo, sabemos que al final de cuentas los medios somos, en el mediano o largo plazo, repositorios de una parte de la memoria histórica.

    Por eso respondimos a la invitación que nos hicieron desde la Coalición Internacional de Sitios de Conciencia y de la Red de Sitios de Memoria Latinoamericanos y Caribeños para participar en el Taller de capacitación para el rescate, organización, preservación y administración de archivos de colectivos de familiares, víctimas y sobrevivientes de violaciones a los derechos humanos.

    Ahí, integrantes de la Iniciativa Global de Justicia Transicional; del colectivo Memoria Abierta, de Argentina; y la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, de Colombia; nos recibieron durante tres días en la sede de la Fundación para la Democracia, Alternativa y Debate A. C. en la Ciudad de México, en un ejercicio coordinado con la Comisión de la Verdad y el Mecanismo de Esclarecimiento Histórico.

    El taller fue más que nada de contenido archivístico, de capacitar a colectivos, a luchadores sociales y de grupos indígenas, y hasta a sobrevivientes de la Guerra Sucia en México, en la difícil de tarea de conservar su memoria, de organizar, clasificar, documentar, digitalizar y preservar sus archivos, fotos, papeles, folletos, documentos, testimonios... todo para no olvidar, para luchar por la justicia y la reivindicación. Una labor idealista tal vez, pero que requiere acciones pragmáticas, y este curso fue una de esas acciones concretas, útiles y profesionales.

    Ahí, entre luchadores sociales, familiares de desaparecidos durante el periodo de la Guerra Sucia de los 70 y 80, y de la actualidad, atestiguamos de primera mano no solo las historias de estos activos participantes de la sociedad civil, sino de los esfuerzos que realizan aún para rescatar y preservar su archivo. Proyectos que requieren recursos, esfuerzo, trabajo y apoyo, y que no son sencillos ni de realizar ni de conseguir, pero que estos colectivos ponen todo su empeño en lograr su objetivo.

    Nosotros, desde Noroeste, con un proyecto de años que no hemos podido concretar por falta de recursos, que es digitalizar por completo nuestra hemeroteca tanto de Culiacán como de Mazatlán, asistimos a este taller para poner en perspectiva nuestro papel y nuestro objetivo.

    Salimos optimistas, pero también preocupados y apurados porque sabemos que cada vez tenemos menos tiempo para concretar nuestro proyecto, nuestra hemeroteca de las primeras décadas de Noroeste es física, frágil, vulnerable, no ha salido indemne del paso del tiempo y de las condiciones climatológicas y de almacenamiento, así que sí, nos apura poder realizar no solo la digitalización total, sino con un efectivo sistema de búsqueda, que nos sirva no solo a nosotros, sino a la comunidad sinaloense.

    Este tipo de invitaciones y talleres, aunque no son eminentemente periodísticos, nos sirven no solo para aprender, sino para reflexionar sobre nuestro papel más allá del día a día, y poner en perspectiva nuestra labor y sus características: profesional, ética, honesta, útil, apegada a la legalidad y en estrecha relación con la comunidad.

    Fueron tres días de aprendizaje, pero también aleccionadores y de resignificación, y sobre todo de crear lazos con una parte de la sociedad que muchas veces como periodistas nos mantenemos distantes.

    Estamos deseosos de poder seguir participando en este tipo de iniciativas.