En estos días de intensidad informativa y hasta de confusión y desesperanza para los ciudadanos, todos enfrentamos de repente hechos o situaciones que nos detienen a reflexionar.
No somos la excepción, y aprovechamos el momento para comentar dos momentos o detalles de esta última semana.
Aunque parecen muy dispares, en realidad tienen coincidencias y tal vez desembocan en la misma reflexión.
Por un lado, un grupo de estudiantes universitarios nos buscó para una entrevista respecto al trabajo que realizamos, sobre todo en cobertura e información de la conocida nota roja o policiaca, que nosotros denominamos más de seguridad y justicia.
Para efectos de un trabajo escolar, los alumnos nos plantearon una cuestión: qué tanto afecta en su moralidad a los reporteros y fotógrafos que tienen una exposición intensa a hechos violentos por las coberturas que realizan.
En realidad nosotros no pensamos mucho esta cuestión, pero sí tenemos siempre presentes la afectación emocional y el riesgo físico al que se exponen nuestros periodistas.
Pero ciertamente poco pensamos en la afectación moral, tal como nos la plantearon los estudiantes, que venía a ser algo así como qué tanto veíamos nosotros afectación en nuestros reporteros en cuanto a que llegaran a tener conductas violentas, dado que podrían llegar a “normalizar” la violencia, o qué tanto podrían llegar a romper límites legales en su actitud personal por esta misma “normalización” de las ilegalidades y hasta atrocidades que llegan a atestiguar en su trabajo periodístico.
Por supuesto todo esto en el contexto actual de cobertura de hechos de violencia y lo que hemos enfrentado en los años recientes por estas mismas causas.
La reflexión se torna interesante porque aunque no nos lo planteemos de manera constante, es cierto que puede llegar a ocurrir.
Nuestra respuesta en este caso específico de dicha entrevista fue tajante: tal como lo plantean periodistas legendarios y famosos como Ryszard Kapuściński: “los cínicos no sirven para este oficio” y “para ser un buen periodista hay que ser ante todo una buena persona”.
En nuestro caso no vemos o no hemos sufrido afectaciones graves o recientes en este aspecto. Sí cuestiones físicas y/o emocionales, pero no morales.
Sin embargo, tuvimos que admitir que a lo largo de los años no hemos estado exentos de ello. Es decir, no recientemente pero sí años atrás ha llegado a haber periodistas que trabajando con nosotros o poco después de haber salido de con nosotros han llegado a “torcerse”.
Los menos, mínimos casos, (aunque no necesariamente por estar expuestos a coberturas de violencia) pero no podemos negar que ha llegado a pasar. Y esto, aunque hasta cierto punto vergonzoso y terrible, es algo en lo que, como en todos los grupos humanos o en cualquier gremio, puede llegar a pasar y ha pasado.
Pero lo importante de lo que ahora nos hicieron pensar los estudiantes es que por fortuna, en el caso de Noroeste, tenemos muy claros nuestros códigos y lineamientos, como ya lo hemos comentado, en cuestiones éticas, de estilo y en protocolos definidos en todo lo relacionado con cobertura y publicación de información relacionada con la violencia.
Y no sólo es el marco normativo sino que todos estamos conscientes de esos lineamientos, los ejercemos y practicamos, y estamos en permanente acompañamiento de nuestra gente para apoyarlos a tomar decisiones y evitar caer en tentaciones.
Sin embargo, el planteamiento de los alumnos que nos entrevistaron nos ayudó a levantar más nuestras antenas, nuestra percepción y nuestra sensibilidad hacia nuestro equipo humano. Y sobre todo a estar más conscientes de lo que la sociedad espera de nosotros.
Dijimos al principio que fueron dos situaciones recientes que nos hicieron reflexionar, y la segunda fue un taller al que acudimos estos días con un comunicador nacional que estuvo de visita en Sinaloa.
Uno de los puntos que trató fue el concepto del llamado “chayoteo”, que viene ser la corrupción entre los periodistas, que aceptan dinero y/o favores a cambio de favorecer o afectar a alguna persona o alguna institución con sus publicaciones.
Y aunque nosotros en lo absoluto padecemos este mal, pues tenemos reglas estrictas en ese aspecto y en casos que llegáramos a detectar algo, la sanción con despido es inmediata, sabemos que es un mal presente aún en el periodismo mexicano.
Conscientes estamos de la “mala fama” o mala imagen que los medios de comunicación llegamos a tener entre una gran parte de la población, pero, al igual que mencionamos antes de que las conductas inmorales no son un problema para nosotros, pero sí una alerta, lo mismo sucede con la corrupción o la falta de integridad, no es un problema que nos aqueje pero sí es algo permanentemente monitoreado y supervisado.
Y como prueba está la credibilidad con que contamos y de la que podemos presumir esa sí de manera constante y orgullosa.
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