En todos los trabajos, como labores humanas que son, hay siempre errores o un grado de margen de error.
Somos humanos, somos falibles, todo mundo lo sabe, lo asimila, lo procesa.
En el mundo del periodismo hay un dicho un tanto cruel que dice: “los médicos entierran sus errores; los periodistas, los publican”. Y desde el lado del periodismo, es cierto, en nuestra labor los errores no se pueden ocultar, al contrario, nuestros errores se potencian porque aparecen publicados y prácticamente cuenta como un error por cada lector que lo ve, así que cometemos a diario miles de errores.
Esto no es un intento de justificación ni mucho menos, de hecho nos mortifica mucho cuando publicamos errores, sobre todo errores graves, que afectan a la gente, ya sea al lector o a la fuente.
Y aunque tratamos de reajustar los procesos, ya de por sí diseñados para disminuir nuestro margen de error, es imposible no cometerlos.
¿Por qué? Es relativamente sencillo: Somos un grupo de personas falibles realizando una labor con la presión del tiempo siempre encima, ya sea por ganar la nota y subirla rápido a las plataformas digitales, o por el rigor de la hora de cierre para la impresión del ejemplar impreso.
En sí, nuestro margen de error pudiera ser más alto, dadas las condiciones de tiempo, número de gente y cantidad de trabajo que realizamos para cumplir la labor periodística, pero, como ya dijimos, tenemos procesos para disminuirlos.
Pero bueno, obviamente, para un lector de periódicos o una fuente de información que se ve reflejada en nuestras páginas o nuestras plataformas, toda esta explicación no interesa, al lector y a la fuente lo que le importa es que no haya errores, y tienen razón.
Actualmente, con las plataformas digitales, está la ventaja de que se pueden corregir los errores: ya sea en el sitio o en las redes sociales, todo se puede corregir de inmediato, en cuanto lo detectamos, desde un error de dedo, de ortografía, de sintaxis, de gramática, hasta un error de hecho. Estos últimos, los errores de hecho, son a los que en periodismo denominamos cuando nos equivocamos en un hecho, en un dato que es verificable, en un nombre, un número, un sitio, etc. Un error de hecho es de los más graves, porque al cometer un error de hecho significa que es una mentira.
Por supuesto, hay muchos más tipos de errores importantes, como la falta de verificación de una información, la falta de equilibrio o la ausencia de la contraparte, la falta de contexto en una nota que impide que el lector pueda poner en perspectiva la información, en fin... seguramente en próximas columnas habrá oportunidad de platicar acerca de ellos.
¿Pero por qué traemos este tema a colación? Porque el eterno problema de una redacción de un periódico, que es luchar contra los errores en cada momento de la edición, esta semana se reflejó en una nota de la campaña electoral.
Específicamente en una nota publicada el domingo 4 de mayo en la sección Local de ambas plazas, es decir, en el ejemplar de periódico de Culiacán y el de Mazatlán.
La nota era de un acto de campaña del candidato a la Gubernatura por Morena, Rubén Rocha, quien tuvo una reunión con pepenadores. El error fue del editor que tituló la nota en la página impresa, quien en lugar de poner en el encabezado el apellido Rocha, puso el apellido Zamora.
¡Oh cielos!... así fue. El texto de la nota era correcto, el pie de la foto también, incluso la frase destacada dentro del cuerpo de la nota estaba adjudicada correctamente al aspirante morenista.
Pero el error terrible apareció publicado nada menos que en la cabeza de la nota, la parte más visible del paquete informativo.
¿Qué hacemos en estos casos? Lo primero es revisar si en la edición digital está todo correcto, lo segundo es ver quién cometió el error y reprenderlo, por lo menos.
¿Hay más sanciones para el editor o el reponsable? No suele haber, porque estamos conscientes de que así es nuestro trabajo, todos en una Redacción nos equivocamos seguido, y no podemos ni despedir a alguien ni aplicar sanciones económicas o de suspensión, o algo similar por errores así.
Claro que si hay un periodista que suela equivocarse de manera grave y constante, ese periodista dura poco en cualquier redacción.
Además de que siempre es claro que cuando se comete un error en una nota o en un encabezado o foto, lo que menos hay es dolo o intención. Es decir, si llegáramos a detectar que alguien de manera intencional publica un error, ahí sí obviamente hay sanciones graves como el despido o algo más.
Pero no es el caso. De hecho nunca ha sido el caso. Los errores de reporteo o edición que cometemos son parte de la presión del tiempo o la falta de concentración, pero lo que sí hacemos es tratar de enmendarlo.
Tal como lo hicimos en este caso. Al día siguiente, publicamos de nuevo la misma nota, ya con el encabezado correcto, y una Fe de Erratas, donde admitimos el error y ofrecemos una disculpa a los involucrados.
De hecho así lo señala nuestro Manual de Estilo y nuestro Código de Ética.
Sí, cometemos errores, pero los admitimos y, en la medida de lo posible, tratamos de enmendarlos.
El periodista estadounidense Neal Augenstein, de la WTOP-FM de Washington DC, dijo en una ocasión: “Todo el mundo comete errores como periodista, pero no todo el mundo los admite, y no todo el mundo aprende de ellos”.
En Noroeste tratamos de que esto no nos ocurra: admitimos nuestros errores y aprendemos de ellos, así ha sido siempre y así será.