Apenas la semana pasada hablábamos del lenguaje, de su uso, su evolución y cómo es nuestra materia prima, nuestro insumo principal, y hoy nos sentimos obligados en cierta forma a abordar-ampliar el tema, por varias de nuestras publicaciones de estos últimos días.
La primera es de nuevo con un encabezado de una columna de Opinión y de nuevo con el uso de la palabra “gringo”, que ya en nuestro artículo pasado tratamos de explicar el contexto en el que fue usada anteriormente por otro de nuestros columnistas.
Ahora fue la columna del reconocido analista nacional e internacional Jorge Castañeda, la cual publicamos ayer sábado con el tema de la política antidroga tanto de México como de Estados Unidos.
El asunto, o lo delicado para nosotros en este caso, es que envió como título del artículo el siguiente: “Pinches gringos mariguanos”. Una frase provocadora con la cabal intención de llamar la atención hacia un tema muy discutido esta semana dadas las declaraciones del Presidente sobre el problema del narcotráfico.
Con mucho tino, el politólogo Castañeda hace uso de esa frase para, de manera sarcástica, cuestionar cómo la política antidrogas de México, y a veces hasta de una ala del poder de Estados Unidos, quieren reducir a esto el complejo problema de las drogas, a culpar a un segmento de consumidores, en este caso estadounidense, como si fuera tan sencillo entender y justificar así la política y la estrategia de seguridad y contra el narcotráfico.
En fin, el columnista logró su objetivo de cuestionar y tal vez también el de llamar la atención al usar ese provocador encabezado para tratar un tema sumamente importante en la actualidad para toda la población de ambos países, sin embargo a nosotros de entrada nos metió de nuevo en el asunto del lenguaje y el cuidado que debemos tener como editores para su buen uso.
De entrada ese encabezado enviado por el columnista nos presentaba dos problemas básicos, el primero de estilo en cuanto al uso de palabras altisonantes, que, de acuerdo con nuestro Manual de Estilo, no debemos usar en nuestras publicaciones, tal como ya lo hemos mencionado en otras ocasiones en este espacio.
Y el segundo es que usaba el término “gringo”, el cual nos cuestionó uno de nuestros lectores estadounidenses y de lo cual escribimos la semana pasada.
Sin embargo, en este caso se nos contraponía con otro de nuestros lineamientos editoriales, el cual nos marca que los textos de nuestros colaboradores, en este caso articulistas, columnistas o editorialistas, son intocables, es decir, no los podemos modificar, excepto en correcciones de ortografía, gramática o errores tipográficos o “de dedo”.
Esto parte de que nuestros articulistas de Opinión tienen absoluta libertad para escribir, por eso usted puede leer en nuestras páginas que un mismo tema puede ser abordado de manera hasta antagónica dependiendo del autor de la columna, y no es que seamos bipolares ni mucho menos, es solo que siempre hemos tratado de que nuestras páginas editoriales sean plurales.
Finalmente lo que hicimos es que el encabezado lo pusimos de la siguiente manera: “Pin... ‘gringos’ mariguanos”, es decir, solo pusimos puntos suspensivos para no poner completa la palabra altisonante en el título del artículo, y entrecomillamos la palabra “gringo”.
Una solución muy básica, que tal vez no resolvió demasiado, pero que fue la más “salomónica” que pudimos decidir durante la edición, tratando de cuidar tanto el estilo nuestro como la observación anterior del lector, así como el lineamiento de no modificar el fondo de los textos de nuestros columnistas.
Hasta hoy no hemos recibido comunicación, cuestionamiento o crítica de alguno de nuestros lectores, como sí la tuvimos la semana anterior de la otra columna publicada con el titulo de “Gringolandia”, sin embargo, no quisimos esperarnos a tenerla, pues nos sentimos obligados a retomar el tema dado que ya hemos sido cuestionados en otras ocasiones y se los debemos a nuestros lectores.
Además, en estos días cometimos otros errores terribles, que no podemos dejar de mencionar, como el del viernes en nuestro ejemplar impreso de Mazatlán, donde la cabeza principal de la Sección Local decía “Niega Alcalde que halla un cártel inmobiliario”, en lugar de poner el verbo haya, que era el correcto. Por error usamos el “halla” de hallar o de encontrar, en lugar del “haya” de haber o existir. Error muy común para mucha gente pero imperdonable para los que nos dedicamos a la edición.
También el jueves publicamos la nota de un evento conmemorativo al Día de la Mujer organizado por la Universidad Autónoma de Occidente, y aunque el texto y el encabezado estaban bien, el editor se equivocó en el pie de foto y puso Universidad de Durango en lugar de UAdeO.
Casualmente el mes pasado nos equivocamos también en algo relacionado con esta misma institución, y también en un pie de foto, al poner que la Rectora era de la Universidad Autónoma de Sinaloa en lugar de poner Universidad Autónoma de Occidente.
Por esta razón hoy nos disculpamos doblemente con dicha institución educativa.
El lenguaje es nuestro insumo principal y muchas veces nos traiciona la idea del control que creemos tener sobre él, pero como en todo proceso de producción, si nos descuidamos o nos confiamos demasiado, cometemos errores y no nos queda en este momento más que ofrecer una sincera disculpa a nuestros lectores, clientes y suscriptores, y la promesa permanente de que tendremos más cuidado.