A todos nos toca una dosis de dolor, tal vez diaria, tal vez demasiada para unos, pero sabemos que es parte de la vida... y como parte de la vida y nuestra realidad, es uno de los aspectos que casi siempre está presente en las coberturas periodísticas.
Nos toca ver a la gente a veces en sus peores momentos, en sus peores días o épocas: víctimas y familias de víctimas siempre están presentes para nosotros, su cercanía es constante, diaria, podría decirse.
Y aunque lo vemos siempre “desde la barrera” del ojo periodístico, imponiendo una distancia emocional prudente y necesaria, es cierto que no a todos los periodistas nos afecta igual o vivimos lo mismo o de la misma manera.
Por eso quisimos aprovechar la presencia en Culiacán de nuestra colega, amiga y aliada Marcela Turati, para reunirnos con ella en un taller que se denominó “Cómo cubrir el dolor”, y fue precisamente enfocada a cómo nosotros, reporteros, fotógrafos y editores, podemos y debemos abordar el tratamiento a las víctimas, a esas víctimas que vemos en las escenas de violencia, de accidentes, o de protestas o manifestaciones, o que buscamos detrás de sucesos, del activismo o de las conmemoraciones... incluso que a veces nos llegan hasta la Redacción a solicitar ayuda, apoyo o la manera de hacer que su caso sea conocido y tratar de que se le solucione. Víctimas de tragedias y de crisis que tocan a nuestra puerta de una manera u otra.
Y es que aunque podría pensarse que a los periodistas no nos afectan los casos que vemos, las denuncias que escuchamos, lo que publicamos en general, lo cierto es que cada uno se nos va quedando de un modo u otro, lo somatizamos de diferentes maneras que si no es la apropiada nos puede llegar a afectar física y/o emocionalmente.
Así que en este taller aprendimos, o reiteramos, no sólo consejos y tips de cómo podemos y debemos tratar a las víctimas de una manera respetuosa y apropiada desde el periodismo, sino cómo podemos procesar lo que vamos viviendo y sintiendo, y que nos va afectando.
Porque para nosotros las coberturas de dolor las vamos viendo en perspectiva como meras anécdotas que contamos en nuestras reuniones de periodistas (no en reuniones de no periodistas porque a veces ni siquiera las soportan), pero la realidad es que esa manera de irlas contando como anécdotas es a final de cuentas una especie de procesamiento y catarsis que adoptamos tal vez de manera inconsciente para ir sacando ese dolor de nosotros mismos.
Lo cierto es que este taller con la reconocida periodista Marcela Turati, multipremiada y especialista en derechos humanos y cobertura de víctimas, nos sirvió para recordar dónde estamos parados y cuál es nuestra labor en estos escenarios de dolor.
Aprendimos o nos hizo recordar, desde cómo abordar a una víctima para una entrevista, con todo el respeto y el cuidado posible, hasta cómo mantener la distancia cuando nos llegamos a involucrar demasiado.
También fue una catarsis para nuestros periodistas el hacer una reflexión de cómo se dan estas situaciones críticas y de tragedia que enfrentamos de manera constante, sobre todo en un contexto donde las víctimas y victimarios a veces llegan a confundirse por el entrecruzamiento que se da en una realidad como la sinaloense.
Lo más importante que aprendimos, y que deseamos poner en práctica de manera más constante, es lo que Turati denomina “periodismo de lo posible”, que es ese periodismo de esperanza que ofrezca a los lectores opciones de información no solo de lo terrible que puede llegar a pasar en nuestra sociedad, sino de lo que sí está funcionando para combatir la violencia, para superar las tragedias, para vivir mejor por parte de las víctimas, tanto en historias particulares como en programas oficiales que sí estén dando resultado.
“Mantener viva la indignación y la esperanza” fue el consejo resumen que nos dejó este taller.
Y sobre todo: entender y hacer entender que a los periodistas no nos toca resolver, sino exponer; no nos toca solucionar, sino difundir; todo en un sentido de que esa exposición y esa difusión servirán precisamente para que llegue por los cauces conducentes algo de resolución y de solución; es lo primero que nos debe quedar claro para enfrentar esta labor nuestra con resiliencia, con aguante y con esperanza.
Nos quedó claro y nos sirve. Gracias, Marcela.