El final de Sánchez Dragó, viajero y escritor

    La muerte de Sánchez Dragó supone el fin de uno de los provocadores latinoamericanos más emblemático de finales del Siglo 20. Quedan otros dos Fernandos; Arrabal y Savater. Cada uno con su estilo, cada quién dueño de esas reflexiones que cuando se expresan o publican, incomodan la conciencia y pican la piel sobre todo de los “posmodernillos” y “progresistas” de membrete

    “Vivimos en una sociedad en donde ya no se quiere leer, en donde las historias se deben contar en 140 caracteres. En la vida no hay que ser breve, en la vida hay que tomarse el tiempo que se requiere”. Fueron palabras de Fernando Sánchez Dragó, quien falleció hace unos días frente a la computadora de su casa de Castilfrío en Castilla y León, España. Tenia 86 años de edad.

    Los titulares de los principales diarios de Europa lamentaban la muerte de un literato, dramaturgo, presentador de programas culturales y duro crítico de la modernidad, mejor dicho, de la posmodernidad con la tenían diferencias que nunca se reconciliaron.

    ¿Pero que tipo de genio “maldito” se pelea con la idea del cambio, los avances tecnológicos, la masificación de la información y los “progresistas”? pues justo él, Fernando Sánchez Dragó, que plasmó en sus textos; elocuentes y corrosivas críticas a las nuevas formas del pensamiento ligth. A la levedad del razonamiento, a las ideas disparatadas que masificándose se vuelven “tendencia” pero no por eso razones y mucho menos verdades.

    Por eso criticó a los posmodernistas que afirman que los hombres y los animales tienen los mismos derechos. Recordándoles que los animales no son los mismos entre sus reinos, filos, orden, familia, género y especie. Pero para entender eso se necesita leer más allá de un tweet, se necesita conocer un poquito de elemental biología, y otro tantito de taxonomía. Para saber, por ejemplo, que sería imposible conceder jurídicamente derechos iguales para aves, reptiles, mamíferos e insectos (todos ellos animales) pero de diferentes clasificaciones.

    Porque el animalista defiende a los perros -generalmente domesticados-, que son mamíferos carnívoros de la familia de los canidos y de una la larga lista de las especies familiaris -que, a vista de conocerlos, entre más esponjosos y tiernos, más derechos deben tener según ellos-. Pero nunca en sus consignas están los razonamientos de que; los mosquitos portadores del dengue, son igualmente del reino animalia, pero en insecto del orden díptero del género aedes y de la especie aegypti. De ahí lo inoportuno de seguir la absurda consigna: “Todos los animales, todos los derechos”, en principios porque hay, de animales a animales. Aplíquese está lógica, también para refutar extremo-veganos, antitaurinos y activistas contra los zoológicos y acuarios.

    Pensar y razonar, son actividades que están pasando de moda, porque para ello hay que leer y la lectura cada vez se practica menos. Lo de hoy son los resúmenes informativos en formatos visuales, la condensación de contenidos que se dan al lector, mejor dicho, al “receptor”, para evitar la dolorosa molestia del pensar, del indagar, del preguntar, del reflexionar y del raciocinar. Y esto siempre fue un motivo de crítica del filólogo Fernando Sánchez.

    Provocador como lo era, nunca rehúso un debate y siempre tuvo mucho que decir de lo tanto que leyó, pues era dueño de una biblioteca personal con miles de libros comprados por todo el mundo cuando visitó, según sus memorias, más de 90 países. Por eso las cosas que contaba, no las contaba de manera breve. “Porque la brevedad es cosa de la televisión y los programas de radio, las cosas profundas e interesantes que son memorias de vida, llevan su tiempo” afirmaba.

    De sus juveniles inicios en la izquierda, fundó junto con otros de su época el Partido Comunista Español, por lo que fue encarcelado en 1956 y en 1963 al manifestar públicamente duras críticas al gobierno español. Los años y sus ideas, lo llevaron de la izquierda a la derecha y luego a la ultraderecha. Porque fue un hombre de ideas, no de ideologías, por eso se dio el gusto de pasear entre todos los matices políticos españoles a lo largo de sus 86 años de vida.

    La muerte de Sánchez Dragó supone el fin de uno de los provocadores latinoamericanos más emblemático de finales del Siglo 20. Quedan otros dos Fernandos; Arrabal y Savater. Cada uno con su estilo, cada quién dueño de esas reflexiones que cuando se expresan o publican, incomodan la conciencia y pican la piel sobre todo de los “posmodernillos” y “progresistas” de membrete.

    Los que desnudos por las calles exigen derechos, pero incumplen las obligaciones cívicas más elementales. Los que dicen que ninguna forma de amar es mala, pero llenan sus movimientos con consignas enraizadas en los peores odios y rencores sociales. Buscando, no al que se las la hizo, sino quienes se las paguen en conjurada venganza que, muy lejos está de ser justicia.

    Sánchez hizo critica de aquellos y aquellas que detestan las religiones porque son “instituciones de dominación en masa”, siendo ellos mismos incapaces de dominar sus propias pasiones y adicciones a los múltiples vicios que mundanamente ofrece la individualista era de las “libertades”. Aunque él creía en la reencarnación tipo budista, yo le deseo que descanse en paz. “Cuando me muera quiero que en mi lápida diga: Fernando Sánchez Dragó, escritor y viajero. Nada más”. Luego le seguimos...