¿Debates y encuestas definen elecciones?
Sinaloa a un mes de que los votos hablen
A quienes tratan a toda costa de desestimar la importancia de los debates políticos en los procesos electorales los toma por sorpresa la amnesia porque olvidan que en las elecciones de Gobernador más recientes, 2004 y 2010, de tales confrontaciones de propuestas surgieron elementos que definieron el sentido del voto. Y que las encuestas suelen dar virajes inesperados como ocurrió en los comicios en que resultaron electos Jesús Aguilar Padilla y Mario López Valdez.
La memoria histórica siempre está a la mano de quien decide por gusto propio perderse en fobias y filias pudiendo mediante el razonamiento de hechos concretos tener su propia posibilidad de asertividad fundada en el cotejo del tiempo. Al menos el análisis del comportamiento del voto en las dos décadas anteriores ayuda a trazar dos paradigmas: nada está resuelto hasta que cae la última boleta en comicios constitucionales y los electores poseen capacidad de decisión y libre albedrío que los lleva a mantener o cambiar de último minuto las preferencias.
Por ejemplo, en 2004 Heriberto Félix Guerra se perfilaba para instalar la alternancia en el Ejecutivo Estatal y sacar al Partido Revolucionario Institucional, con su candidato Jesús Aguilar Padilla, del despacho principal del tercer piso de Palacio de Gobierno. Pero lo devastó la táctica priista usada en el debate electoral para evidenciar al aspirante panista asistiendo al sepelio del narcotraficante Miguel Ángel Beltrán Lugo, “El Ceja Güera”. De 40 puntos en la intención del voto que tenía Félix Guerra antes de que le hicieran tal señalamiento, 9 por ciento más que Aguilar Padilla, el desenlace de la elección le dio 416 mil 205 sufragios al abanderado del PAN y 427 mil 585 al del PRI.
Seis años después, en 2010, nadie imaginaba que Jesús Vizcarra Calderón perdería la elección de Gobernador. Hasta que en el segundo debate entre candidatos Mario López Valdez, aspirante de los partidos PAN, PRD y Convergencia, le lanzó la pregunta “¿es o no compadre del narcotraficante Ismael Zambada García?” y el priista no lo aceptó ni lo negó. Ese supuesto vínculo con “El Mayo” que hoy lo asumen como normal algunos políticos, y hasta como requisito indispensable para acceder a cargos públicos, originó que Malova sacara una ventaja de 61 mil votos sobre Vizcarra. Y las encuestas decían (Consulta Mitofski) que en junio de 2010 el panista tenía el 38 por ciento de la preferencia electoral y el priista el 44 por ciento.
En el tema de las encuestas destaca una valoración que aporta a serenar el análisis. Es la del experimentado politólogo sinaloense César Velázquez Robles, quien durante más de tres décadas ha sido observador acucioso de elecciones estatales, nacionales e internacionales. En su colaboración “Punto Crítico” que publicó en su perfil de Facebook el 8 de abril expone la importancia de ser precavidos frente a ejercicios de medición de la intención del voto y va más allá al plantear que “bien haríamos entonces en eliminar las encuestas ‘extremas’, es decir, aquellas que se disparan y se salen de cualquier rango de racionalidad”.
Anteriormente, en la publicación del 7 de abril, se refirió a los sondeos de opinión pública que a veces presentan cercanos, casi en empate técnico, al priista Mario Zamora y al morenista Rubén Rocha Moya, y en otras ocasiones distancian a uno del otro. Aquí vuelve a la sugerencia de no tomar muy en serio las encuestas, hay que tratarlas con pinzas, sin sudar calenturas ajenas. “Lo cierto es que al revisarlas hay que hacerlo con ojo crítico: no irse de bruces pero tampoco dejarse caer de espaldas”. Y lo sustenta en que “los electores son muy veleidosos. Hay por ahí un importante voto oculto, y que puede manifestarse en las elecciones del 6 de junio próximo”.
Y aporta un elemento de contexto interesante: efectúa el análisis comparado con las encuestas y resultados definitivos en las elecciones 2020 para diputados locales en Coahuila. La misma encuestadora Massive Caller, que permanentemente le ha atribuido ventaja a Rocha Moya en Sinaloa, auguró el panorama de: Distrito 1, Morena 25.1 por ciento, PRI 21.6 por ciento; Distrito 2, Morena 27.4 por ciento, PRI, 18.7 por ciento; Distrito 3, PRI 25.6 por ciento, Morena 24.8 por ciento; Distrito 5, PRI 27.8 por ciento, Morena 25.3 por ciento; Distrito 6, Morena 30.7 por ciento, PRI, 17.8 por ciento. Y el resultado de la votación fue diferente: Distrito 1, PRI 40.0 por ciento, Morena 22.1 por ciento; Distrito 2, PRI, 38.8 por ciento, Morena 16.7 por ciento; Distrito 3, PRI, 53.3 por ciento, Morena 26.7; Distrito 5, PRI, 54.2 por ciento, Morena 16.9 por ciento; Distrito 6, PRI 48.7 por ciento, Morena 20.8 por ciento.
Entonces es normal que cada cuartel de campaña se desgañite en adelantar a su favor el resultado de la votación para Gobernador de Sinaloa, como si tuvieran el control absoluto de la libre determinación ciudadana. La sorpresa que dio el sufragio local el 1 de julio de 2018 en un estado que había mostrado poca inclinación por gobiernos de izquierda, antecedida por los inesperados veredictos de las casillas electorales de 2004 y 2010, auguran pronósticos reservados que serían previstos sólo al margen de apasionamientos o imaginarias bolas de cristal.
Esperemos, pues, a que las casillas hablen. A un mes de que los sinaloenses salgan a votar se intensificará la guerra de especulaciones, encuestas y señalamientos, aunque lo más importante es que también los electores le echarán mayor reflexión e interés a decidir en manos de quién pondrán a Sinaloa durante los próximos seis años, contados a partir del próximo 1 de noviembre.
A luchar con uñas y dientes,
En este electoral combate,
Donde aún faltan un debate,
Y campañas sucias pendientes.
¿Tiene el Gobernador Quirino Ordaz en contra al Instituto Electoral y al Tribunal Electoral del Estado de Sinaloa? ¿Le cobrarán algo al Mandatario local las instituciones que organizan y sancionan el proceso comicial en curso? Qué nocivo sería que el IEES y el Teesin se apartaran de su responsabilidad y decidieran usar la actual coyuntura política para ajustar cuentas con el jefe del Ejecutivo. Son conjeturas que derivan de la densa atmósfera electoral. Sólo eso: hipótesis.