Quizá porque septiembre es el mes del testamento en México, un colega aprovechó para compartirme una fábula que encontró en Internet y que trataré de resumir aquí. La Muerte visita a un hombre de 100 años para llevárselo al otro lado, pero el señor no tiene intención de marcharse porque tiene tanto por hacer todavía: añadir una habitación a su casa, asegurarse de que su viuda quedará bien cubierta el resto de sus días, que uno de sus nietos obtenga un buen trabajo. La Muerte, y sé que varias personas que leen esto seguro también lo pensaron, le contesta que cómo es posible que con sus 100 años de vida no haya tenido espacio para hacer algo de todo eso. No hay fecha que no se cumpla, pues, así que se lo lleva.
La intención era reírnos un poco de la situación, que sí hicimos, pero al final me quedó un sabor de boca un tanto amargo. ¿Quién querría pensar en el día que muera, para así poner todos sus asuntos en orden para sus familiares y negocios? Ciertamente, no es un tema reconfortante, e imaginar que nuestros hijos o nietos crecerán y tendrán nuevos logros y recuerdos sin nosotros puede ser doloroso. Sin embargo, la inevitabilidad de la muerte no está en discusión, y precisamente porque ya no tendremos oportunidad de ayudar o encargarnos de ciertos asuntos a partir de cierto punto, un testamento es una manera de demostrar lo mucho que nos importa el bienestar de nuestros seres queridos y colegas de años. Ten presente que es mejor dejar legados que copropiedades por lo que dice el dicho: “Del partir las tierrecillas, nacen las mil rencillas”.
Por eso es importante tener un testamento claro, en orden y actualizado, en caso de que ocurra lo inevitable. Es un documento que debería existir en todas las familias, independientemente de su posición social o prominencia económica, aunque se vuelve mucho más indispensable cuando se trata de una persona que está al frente de una empresa familiar. El testamento deberá de tomar en cuenta a los herederos, inversionistas, accionistas y puestos clave.
Recordar para qué sirve el testamento. Si en el ámbito familiar las cuestiones de herencia no siempre son sencillas, en el de la empresa se pone todavía más complicado porque no se trata solamente de repartir bienes, sino de asegurar que la organización continuará en funcionamiento con la gente adecuada en los puestos adecuados.
Identificar y entrenar a las personas idóneas para los puestos clave del negocio. Los planes de sucesión también incluyen evaluaciones que permitan reconocer el talento que vale la pena conservar y ascender para el bien de la empresa y la familia. Una vez que se determina quiénes son, habrá que darles seguimiento para perfilarlos hacia nuevas responsabilidades y tareas.
Tener en orden los documentos necesarios para el proceso de sucesión. Además del testamento, los sobrevivientes deberán tener acceso a ciertos requisitos que permitan el avance en este proceso tan delicado. Me refiero a elementos tan básicos como identificaciones oficiales, CURP, tarjetones de IMSS, ISSSTE, datos de la Afore, pólizas de seguro (de vida, de ahorro, etc.), hasta una lista de cuentas bancarias, una relación de deudas y de bienes actualizada dentro de lo posible, así como también contactos de abogados, contadores y administradores que están al tanto de los movimientos fiscales, contables, legales y financieros de la persona que redacta el testamento.
Establecer claramente la repartición de bienes y responsabilidades. Un testamento también es una guía para que los siguientes pasos de una empresa familiar no tengan obstáculos que podrían hacerle daño a su salud financiera, su imagen dentro de la industria y la relación que tiene con clientes, proveedores, inversionistas. Si desde ahí se indica quién o quiénes tendrán el control accionario y ocuparán las sillas de su consejo y cómo deberán desempeñarse, el espacio para controversias será menor y menos perjudicial.
Hay que recordar que los testamentos pueden modificarse. Quizá preocupe que al anticipar un testamento, se deje fuera lo que vendrá en el futuro después del último testamento: ¿qué tal si las situaciones de la empresa cambian o se agregan bienes? Mientras exista vida, será posible hacer enmiendas pertinentes. Lo que importa es prepararse, porque la muerte no avisa y, como en la fábula, no tiene ninguna consideración especial cuando llega el momento.
No olvidar las deudas. Muchas personas consideran que la muerte de una persona cancela automáticamente sus deudas. Eso depende mucho del contrato que se firma al conseguir un préstamo, así que es mejor no darlo por sentado. Una buena práctica es considerar que el pago de un seguro de vida sea equivalente a las deudas que se tienen hasta el momento, para que cuando los deudos reciban su parte del testamento, no tengan que entregarlo todo a las partes a las que se debe.
A pesar de que se trata de un documento legal, el testamento es en muchas ocasiones la razón por la que una familia y un negocio logran pasar la etapa de luto sin destruirse. Lejos de tomar una postura dramática, la muerte de la cabeza de la familia o de la empresa es un evento que puede resultar traumático y agotador por sí mismo. Si a eso se le suman los problemas burocráticos que llegan porque se desconoce la existencia de cuentas bancarias, en dónde se guardan documentos clave o cómo reconfigurar los puestos del consejo y directivos de una organización, la herencia de la persona que muere se convierte también en la razón por la que hermanos se distancian o el proyecto de negocio de toda una vida —que ha generado empleos, apoyado a su comunidad y, por qué, cumplido uno o dos sueños que parecían imposibles— se disuelve.
Es verdad que la muerte es definitiva y no hay manera de regresar de ella cuando la familia más lo necesita. Por eso es primordial que un testamento esté en orden, ya que es la última oportunidad que se tiene para proteger a quienes se quedan de este lado. Es decir, un testamento o un fidecomiso sucesorio está en orden será la prueba final de amor que dejamos a los que nos importan.