Después de haber cruzado en este viaje por los ríos del Norte de España (el Duero, el Ebro y algunos de sus afluentes), y por el Garona en el sur de Francia, llegamos por fin a Aviñón, a orillas del Ródano. Caminando en un punto por la orilla, me sorprende el caudal del río. Hoy en México, un país casi cuatro veces más grande, quedan muy pocos ríos como este.
Hace mucho tiempo que unos visitantes franceses nos dijeron que les parecía que en las casas mexicanas se gastaba agua “como si nunca se fuera a acabar”. Me llamó la atención el comentario. Desde entonces me empecé a interesar por la forma de administrar este vital recurso.
En Latinoamérica usamos este líquido en las casas, en las fábricas, en los hoteles, en las ciudades, “como si nunca se fuera a acabar”.
En el lugar donde estoy ahora lo verde sobresale en el paisaje. Se mira por todas partes. Siempre me ha atraído el campo de este país. Pues estando aquí me puse a averiguar si Francia contaba con un sistema integral de manejo del agua. Pensaba que sería más avanzado que España y que muchos otros.
Después de mi breve averiguación me he encontrado con una enorme sorpresa. Resulta que hoy España es ya considerado un país semiárido, y en parte por esto sus prácticas y tecnología de gestión del agua son de las más avanzadas de Europa, y del mundo.
Adermás de Israel, Singapur y otras naciones, España ha logrado altos niveles de reutilización del líquido, que es una de las formas como mejor se puede enfrentar la escasez del agua, o el estrés hídrico.
En esta efímera indagación también me asombró descubrir que México está entre las naciones que más utilizan agua reciclada. Ahora hay interés en toda Europa por reciclarla lo más posible. Se espera que en pocos años buena parte del sur del continente se convierta en zona semidesértica, y se reduzca considerablemente el caudal de sus ríos. El reciclaje será imperativo, aquí, y en todo el mundo.
A nivel global se estima que solo el 4 por ciento del total del agua que utilizamos es reciclada. Dicen los expertos que necesitaremos llegar a niveles muy por encima del 50 por ciento si queremos seguir viviendo como hoy lo hacemos.
Singapur e Israel parecen ser los más avanzados en este tema. De ellos podemos aprender si queremos anticiparnos a la futura desertificación de nuestras regiones. La primera lección evidente: No podremos conseguir ningún avance relevante sin un cambio de conciencia de la población. Necesitamos transformar nuestra percepción del “como si nunca se fuera a acabar”. Se puede agotar la disponibilidad de agua si no hacemos nada.
En el fondo el problema, como en muchos otros asuntos, es de falta de Dueñez. Los gobiernos no responden, ni las ciudades, ni las empresas, ni nadie. Tenemos que partir de la base de que somos todos los dueños del agua, que tenemos que cuidarla. Si no lo hacemos, nuestros hijos sufrirán por su escasez y nuestros nietos tendrán que reinventar su sistema de vida.
Cuidar el agua es algo relevante. Hemos escuchado docenas de recetas de cómo hacerlo en nuestra casa y en nuestras empresas. Pregúntenle a Google, o a Chat GPT, qué podemos hacer. Les sorprenderá que las recomendaciones son unas cuantas, y que se repiten en todos los medios y fuentes de información.
En Sillicon Valley, maestros de innovación, han creado soluciones novedosas para resolver su crítico nivel de estrés hídrico. Necesitamos aplicarnos más, con respuestas innovadoras, para solucionar este problema.
La realidad es que la mayor parte del agua que consumimos se utiliza en la agricultura, más del 70 por ciento. Es en este campo donde hay más espacio para generar soluciones trascendentes. También Israel es el líder mundial en uso del agua en la agricultura. Por cierto España es el número dos.
No les quito mérito a estos países, pero, ¿tenían otra alternativa? Su realidad climática sin duda les motivó a esmerarse por cuidar este recurso tan escaso. ¿Tendremos que esperar a ver desierto a nuestro alrededor para darle importancia?
Carlos A. Dumois es Presidente y Socio Fundador de CEDEM.
* “Dueñez®” es una marca registrada por Carlos A. Dumois