Una vez más estamos trabajando en Barcelona. En ameno desayuno compartimos nuestras apreciaciones sobre el empresariado catalán con un querido amigo que participa en varios Consejos de Administración de compañías locales. Este experto nos comenta las diferencias que percibe entre las familias empresarias latinoamericanas y las de Cataluña. Nos quedamos sorprendidos.
Por un lado nos hace saber del elevado número de organizaciones de la región que están siendo compradas por extranjeros en los últimos años. Por otro nos dice que es frecuente encontrarse con casos de generaciones enteras en las que no hay ningún miembro de la familia con espíritu empresario.
En síntesis nos explica: “Aquí la mayoría de las empresas llegan a un techo de crecimiento y después de ahí duplicar el tamaño puede tomarles hasta diez años o más. No fácilmente piensan en adquirir otros negocios, o diversificarse, o internacionalizarse. Si exportan a otro país europeo, pues también el mercado estará maduro. Tal vez si logran entrar a mercados latinoamericanos o asiáticos, las posibilidades de expansión sean más amplias”.
Nuestra experiencia con familias empresarias latinoamericanas es distinta. Quizás influya que buscamos empresarios que quieran crecer. Nuestra clientela puede que no sea representativa de la generalidad. Muchos sí que buscan caminos de crecimiento con mayor agresividad, probablemente porque sí tienen vocación para crear valor.
Nada puede sustituir al poder de una querencia comprometida con hacer realidad proyectos de futuro ambiciosos. Eso es lo que puede aportar una familia empresaria cuyo propósito es seguir creando riqueza en grande.
En muchas ocasiones el crecimiento es necesidad de supervivencia. A veces se hace como parte de una estrategia de creación de valor. Generalmente cuando ésta tiene peso en el comportamiento de una organización es porque quienes ejercen la Dueñez están comprometidos con promoverlo.
Pero el deseo de crecer ha de ser maduro, pensado a conciencia, sabiendo que aumentar de tamaño en si mismo no necesariamente es rentable, ni forzosamente nos hace más fuertes o más competitivos.
Ser más grande con mayor penetración en el mercado fue en un tiempo un criterio esencial de la estrategia de grandes corporaciones. También lo ha sido de muchas empresas tecnológicas que se mueven con prisa para explotar con privilegio el inédito mercado de una nueva fórmula de negocio. Pero en si mismo el crecimiento no es de utilidad para ninguna empresa. Para serlo debe tener un propósito estratégico con sentido realista, que se sustente en un por qué y un para qué. El deseo de crecer es, en otros términos, un proyecto de futuro con bases competitivas, organizacionales, tecnológicas y financieras.
El crecer con sentido estratégico implica seguir una ruta de liderazgo competitivo que sea sostenible, es decir, con capacidad de renovar sus propuestas de valor, sus fórmulas de negocio y sus ventajas diferenciales.
Crecer estratégicamente además conlleva construir una organización que sepa cómo integrar y desarrollar los talentos que su diseño y ejecución demande, incorporándolos en una estructura eficaz que viva y aplique una cultura coherente con esa ruta competitiva.
También significa desarrollar una base tecnológica que impulse y apuntale esa organización, respaldándola con mecanismos eficientes de administración de procesos, con adecuados sistemas de gestión y de manejo de relaciones con clientes y con herramientas de marketing digital y de análisis de datos.
Finalmente, el crecimiento estratégico de igual manera comprende asegurar una alta rentabilidad de las operaciones y una estructura financiera sana. Para esto es crucial administrar eficientemente el capital de trabajo, la inversión en activos fijos, la gestión de fuentes de financiamiento y del flujo de efectivo y el control de costos y gastos.
En resumen, es sano desear crecer, pero siempre con sentido estratégico, por una ruta de liderazgo, y con solidez organizacional, tecnológica y financiera. Este crecimiento si conduce a la creación de valor.
Carlos A. Dumois es Presidente y Socio Fundador de CEDEM.
* “Dueñez®” es una marca registrada por Carlos A. Dumois