Camino al encuentro con el gran Don Divino, la cuaresma es un tiempo propicio para celebrar el definitivo triunfo de Jesús, triunfo que es nuestro triunfo.
El rompimiento de la amistad con Dios es la gran tragedia del ser humano, hasta tal grado que, en el relato del génesis, el hombre se vea si mismo desnudo de todo bien. La vuelta a Dios se impone, es una necesidad primaria, si se quiere recuperar la armonía perdida como efecto de ese rompimiento.
En el texto evangélico del apóstol san Juan encontramos esta afirmación; “Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amo hasta el extremo”. La iglesia en el tiempo litúrgico de la cuaresma, propone medio concretos para buscar la purificación en la vuelta a Dios, siguiendo la dinámica de la conversión, ellos son; el ayuno, la oración, la reconciliación y la eucaristía,
El dialogo intimo con Dios abre la sensibilización a una respuesta generosa al plan de Dios, teniendo siempre presente nuestra limitación y nuestra necesidad de auxilio Divino. En la oración encontramos, en el Espíritu, la cooperación a la obra de la Gracia en nosotros.
Hacer una ofrenda por amor a Dios, es el significado de la palabra sacrificio, del latín “sacrun- facere”, cuyo significado es “hacer sagrado”, entendida de esa manera, son aquellas acciones que nos cuestan y por lo tanto merecen mayor entrega y voluntad, cuando son realizadas en una acto de entrega amorosa a Dios.
Apoyando el espíritu de la oración, la mortificación y el ayuno son medios eficaces para lograr este objetivo. Estas prácticas realizadas desde tiempo inmemorial llevan al dominio de si mismo, así como al encuentro con los demás, en la vivencia de la caridad.
Tener conciencia de nuestra ruptura con Dios, por las ofensas cometidas, es el paso hacia el arrepentimiento, culminando en la reconciliación sacramental, restableciendo, así, la amistad perdida. La iglesia, en sus mandamientos, ordena confesarse, cuando menos, una vez al año por la cuaresma.
Haciendo conciencia de los errores cometidos, a causa de nuestra naturaleza debilitada, como lógica consecuencia, trae el luchar para lograr el cambio necesario, es una lucha ininterrumpida en nuestra vida, remando, muchas veces contra corriente. Ante el ímpetu de las pasiones, se impone esta lucha sin desfallecer para lograr el cambio, siempre posible.
Tiempo de cuaresma, tiempo propicio para rehacer el camino, desde el principio señalado; camino a la pascua se resurrección, hacia el triunfo de Jesús, en el paso victorioso de la muerte a la vida, de las tinieblas a la luz, logrando, con El, el triunfo definitivo.
La cuaresma es el tiempo propicio para regresar al punto de partida, iniciando de nuevo el sendero: La conversión.