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Columna

Alegoría de la muerte en Jesús

EVANGELIZACIÓN, EDUCACIÓN Y CULTURA

    El tema de la muerte atrae al ser humano de una manera cuya consideración es fascinante y compleja, como un supuesto ente paralelo a la vida, aunque esto solo sea una ficción producida por el afán de dar existencia a lo inexistente.

    Al ser considerada como una realidad existente se le pretende representar ocupando un lugar y aun se le cita llevando un ficticio diálogo con la vida, aunque envuelta con sobrecogedora y amenazante figura, a la cual se le quiere evitar, aun cuando sea una inevitable realidad.

    En la profundidad de su esencia, la muerte es un ente inexistente, a la cual, para darle presencia siempre debe de relacionarse con una realidad existente en sí misma, como lo es la vida, con ello, adquiere la potencialidad de ser comunicada como algo real, de esta manera la muerte, de manera alegórica, tiene sentido de existencia.

    La enorme tragedia de morir acompaña el camino de la vida como una carencia que sobrecoge, sin que nadie sea capaz de asimilarla, adaptándose a ella, solo una falta de sentido de la vida puede, de alguna manera, dar paso al deseo de la muerte, ¿o tal vez pudiera existir otra razón para aceptar la idea de morir?

    Jesús aborda el tema de la muerte en ocasiones diversas y de varias maneras, alguna vez citando el trágico tema de la pena capital, practicada de manera ordinaria en aquellos tiempos, como un supremo castigo a quienes a quienes habían violentado el orden de la justicia y la manera suprema era la crucifixión, ahí los ajusticiados eran exhibidos con morbosa curiosidad.

    Los discípulos no alcanzaban a captar la tragedia encerrada en sus palabras, sólo después del acontecimiento de su propia crucifixión, al recordar aquello dicho y anunciado, empezaron a entender el significado de sus palabras, en una dimensión que nunca se habían imaginado.

    La muerte, desde su trágica realidad, también encerraba un significado impreso en las alegorías citadas y más allá de ser la carencia de vida tiene la capacidad de llagar a convertirse en una entrega generosa para alcanzar vida, convirtiéndose en ofrenda en el héroe o en el mártir.

    La vida luz divina, emanada de la misma divinidad, estaba en Jesús y era Jesús, quien, en su tránsito por este este mundo acepto la mortalidad en la profundidad de un misterio; siendo inmortal quiso hacerse mortal para trasmitirnos inmortalidad, para ello el hombre deberá divinizarse para así alcanzar la eterna vida de Dios.

    El diario desgaste de la vida terrena se convierte en la alegoría del desgaste final causado por la muerte y el Divino Maestro lo cita en varias de sus parábolas, ya sea comparándola con la oscuridad desapareciendo ante llegada de la luz o como una semilla sembrada que se destruye para dar una nueva vida.

    La muerte de Jesús cobró sentido como una explicación de sus enseñanzas, convirtiéndose en paso a una vida superior. El desgaste físico y la misma muerte es una alegoría de una entrega generosa capaz de engendrar vida, según aquella expresión; “Hay que morir para vivir”.