Ya me acostumbré

    Ya me acostumbré

    a escribir poemas pequeños

    porque así son los días

    que se visten de pocas horas,

    caminando despacio

    por las manecillas del reloj

    que cumple acostumbrado

    con el quehacer del tiempo.

    Por las noches

    las horas cansadas se desvisten,

    se desnudan, se enfrían

    con el perfume de la luna;

    y el río calla a la distancia

    porque sabe del color

    de la soledad y de los suspiros

    que se escapan como mariposas

    negras del alma.

    El corazón se vacía y un dolor

    grande se escribe,

    durante esas horas

    y esas noches

    con pocas palabras.