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EVANGELIZACIÓN, EDUCACIÓN Y CULTURA

Tocar el rostro de Dios

EVANGELIZACIÓN, EDUCACIÓN Y CULTURA

    Contemplar a Dios en una persona común y corriente, frecuentemente más corriente que común, es ver más allá de las apariencias externas, que el deterioro ha impuesto en la imagen original del ser humano, culmen de la obra de la creación.

    Diluida la grandeza del hombre, llega hasta extremos de casi perderse, quedando, en ocasiones, tan solo una apariencia externa ocultando una profunda oquedad, pero a veces ni eso llega a quedar, cuando el interno vacío tiende a emerger, permeando aún la cubierta de la exterioridad.

    Dios mismo se ha convertido en un valor agregado que se hace presente en híbridas manifestaciones diversas, en las que su presencia es sólo una estética que manifiestan la importancia de personalidades participantes en un evento considerado como religioso en donde predomina la frivolidad.

    La persona se convierte en un desecho tolerable tal vez, colmada de privilegios, pretendidas dignidades en el aparato social, aun cuando el ético valor se encuentre ausente, convirtiendo a la persona en valor sin ningún valor, pero finalmente en un desecho destinado a eliminar.

    Valorar a la persona como persona, a pesar de su deterioro y postración, sirviendo a quien lo necesita sin fijarse en las etiquetas, con las cuales los humanos inventan distinciones, es contemplar el la grandeza y dignidad divina impresa en el hombre, a pesar de sus desvíos, es llegar a la profunda altura de descubrir a Dios viviendo en este mundo.

    Jesús, el hombre-Dios, imagen del Padre, aceptó sufrir la desfiguración en su ser humano, aceptando en sí mismo los desvíos del ser humano para convertirse en un exhorto a buscar restituir el rostro divino impreso para aquellos que reconociendo sus errores decidan restaurar esta imagen impresa en su humanidad.

    Buscar encontrar el rostro perdido de Cristo, desfigurado, por carencias y limitaciones imperantes; pobreza, enfermedad, marginación, vanidades, entre otras, derivadores en mayores pobrezas y carencias, tanto humanas como materiales en este mundo, es una tarea de restauración.

    Quienes han dedicado su esfuerzo y su vida a devolver la imagen perdida en el ser humano, restaurándola, con satisfacción podrán exclamar, que han logrado contemplar y tocar el rostro de Dios sirviendo a los hermanos.

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