Lucy Garza de Llaguno
Platicando con una buena amiga en una de esas tardes de café, nos preguntábamos por qué muchas de las parejas con ya buenos años de casados, cambian detalles y palabras amables por maltratos y comentarios hirientes. Parejas que calificábamos de cariñosas tiempo atrás, viven en un soportable infierno.
La costumbre termina por causar amnesia y pronto olvidan cómo fue el noviazgo y los primeros tiempos. Recordé entonces una frase de Melendo Granados (1993): “el amor exige correspondencia”.
Una pareja se compromete precisamente porque existe amor en dos direcciones, uno ama, el otro también. El amor de pareja es así, si no se aman dos, sencillamente no hay pareja. Para que esto suceda, cada uno debe recibir el amor del otro. Seguro amamos, pero...
¿NOS DEJAMOS AMAR?
Quizá contestemos con un SÍ apurado, ¿quién no quiere ser amado? Mucha teoría... ¿y en la práctica?
Recuerdas alguna vez que al recibir flores hayas preguntado:
“¡Ahhhh! ¿Quieres irte el sábado al futbol con tus amigos?”. Quizá la respuesta a una caricia al marido haya sido “¿Qué me vas a pedir? ¿Dinero?”; o la contestación ante la sorpresa de un pastel en un día de no cumpleaños haya sido: “sólo a ti se te ocurre tentarme, sabes que estoy a dieta”.
Una a una, estás respuestas se suman en la rutina de la convivencia, y en el tiempo, los detalles que tan indispensables son para nutrir el amor, desaparecen. ¡Cómo no! Si son anulados, descalificados, tachados
de calculadores o en el mejor de los casos, de cursis. ¿Cómo pueden sobrevivir ante el bombardeo de respuestas
cínicas, crueles o irónicas? Finalmente estas frases tan “cotidianas e insignificantes”, como de juego, terminan por destruir las intenciones de dar amor. Se acaban los detalles y las caricias.
Esta forma de convivencia, tan “normal” en muchas de las parejas de tiempo, comprueba que no siempre recibimos las diferentes expresiones del amor. Comprueba que no es fácil quitarnos la coraza de “no te creas que eres indispensable, ándate con cuidado”.
Una coraza que hemos adoptado con el fin de protegernos en la compleja relación de pareja.
“El amor nos hace vulnerables”, afirma Freud.
Sabemos que necesitamos amor, pero nuestro ego lucha para no ser herido. Podemos amar y no ser correspondidos, somos débiles ante la persona que decimos amar, pues tiene nuestro corazón en sus manos. Entonces “hacemos” como que no amamos para protegernos de un posible rechazo. Resultado: no nos dejamos amar.
¿Tendremos miedo de que nuestra pareja se entere que lo necesitamos? Quizá ahora después de tantos rechazos de amor nos consolemos pensando que los detalles son exclusivos del noviazgo y de la etapa de la luna de miel. ¿Será?
DAR Y RECIBIR...
AMOR REALISTA
Amar sin esperar nada a cambio es muy romántico e idealista, pero no realista.
Un amor que da y da sin reclamar nada acaba por empalagar.
Un amor que no recibe las muestras de cariño bloquea el amor del otro. Dos extremos que no cumplen con las leyes del amor.
El amor de pareja exige correspondencia, exige que recibamos las flores y las caricias con un gracias o cualquier palabra de aliento que motive a seguir con esos detalles. Exige respuestas que reciban el amor que se nos ofrece. El amor romántico puede terminar en desamor cuando no es recíproco.
El amor de pareja es complejo porque exige esfuerzo, voluntad de amar, ser correspondido, ser aceptado. Exige una relación igualitaria en donde tanto él como ella se rindan, se dejen amar aceptando que sí necesitan los cuidados, las caricias y los detalles que concretizan la complicada abstracción del Amor.
Cuando uno da amor y lo recibe al mismo tiempo; el otro, hará igual. No basta que uno ame. Tampoco basta una conquista momentánea y pasajera, es necesario seguir nutriendo la relación, no hay que cansarse
de la conquista.
El amor se construye en base a la convivencia diaria. Dice Isabel Allende que ésta, la vida de día a día, es la mayor de las pruebas a las que una pareja se enfrenta.
El amor de pareja es creativo y dinámico, flexible y único para cada par. Sin embargo, debe someterse a leyes inmutables que no todos estamos dispuestos a seguir. Una de estas leyes indispensables es la reciprocidad.
La soledad es uno de los grandes retos de nuestro tiempo, vivimos solos en ciudades de millones de habitantes y, en gran parte, se debe a este miedo de amar y ser amados. Muchos sufren este mal aún dentro de una relación de pareja.
Amar nos hace vulnerables, pues nos hace dependientes de quien más queremos. No hay escapatoria, sólo queda confiar amando y dejándonos amar.
TRES LEYES DEL AMOR
Libre, un acto generoso de la voluntad.
Exclusivo, un compromiso fiel y duradero.
Recíproco, exige correspondencia.
*La autora es licenciada en Lengua Inglesa con Maestría en Ciencia de la Familia. Es consultora en Humanae, centro
de orientación y formación familiar. Correo electrónico: dffac@prodigy.net.mx