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"Una cadena de eventos afortunados..."

"Tablas y Trazos"

"Tablas y Trazos"
15/11/2015 09:47

    Benigno Aispuro

    Tuvimos la oportunidad de estar la tarde del martes con el tenor Javier Camarena, dos días antes de su concierto de gala en el Teatro Pablo de Villavicencio. Lo sentí sencillo, amable, humilde, pese a los recientes grandes logros como cantante de ópera. Aun resuenan los aplausos y los vítores cosechados en el Metropolitan Opera House de Nueva York la noche del 25 de abril pasado, que para la generalidad, es la fecha que marca su consagración con tinta indeleble.
    Es un cantante con una presencia cercana a Sinaloa, donde ha venido –la memoria es flaca- no una vez en septiembre de 2012 como yo pensaba, sino dos veces a Culiacán y dos a Mazatlán, de la mano del Mtro. Enrique Patrón de Rueda, con quien hizo su primera ópera, La hija del regimiento, hace diez años en Bellas Artes.
    En Mazatlán participó en 2005 en la ópera Elíxir de amor, y posteriormente cantó en el Carnaval, con María del Sol. Venía de ganar el Concurso Nacional de Canto Carlo Morelli, el más importante a nivel nacional, consagratorio de belcantistas.
    En Culiacán, cantó el 14 y 15 de marzo de 2006, con María del Sol, la Orquesta Sinfónica Sinaloa de las Artes, el Coro del Taller de Ópera y con la contagiosa dirección del Mtro. Patrón de Rueda, a quien reconoce como quien le enseñó a cantar con orquesta.
    Aquella vez cantó arias de ópera y temas de música popular mexicana, como esos que integran su primer disco Recitales (2012) del que está por sacar una secuela, titulada Serenata (con piezas de Tata Nacho, Cantoral, Manzanero y otros).
    Generoso como es, hace dos años, en el TPV, Camarena cedió espacio a chicos de los talleres de ópera de Culiacán y Mazatlán, con quienes alternó e hizo dúos. Allí estuvieron Germán Olvera, Rebeca de Rueda, Penélope Luna, Andrés Carrillo y Cassandra Zoe. Fue un concierto memorable, en el que regaló tres ancores, el último de ellos, el famoso Cuarteto de la ópera Rigoletto, de Verdi, junto con Penélope, Cassandra y Germán.
    Escribo estas notas una noche antes de su nueva presentación en Culiacán, de la que entre bromas comentamos los reporteros que será la última, pues ya con los títulos que ha logrado este año, se irá a los mejores escenarios del mundo y será muy difícil traerlo.
    Acabo de verlo en el Teatro Socorro Astol, a donde asistió con el pianista Ángel Rodríguez, a escuchar al primer Miércoles de Ópera de la temporada de los chicos del Taller de Ópera de Sinaloa, con quienes había platicado por la mañana, y a quienes tras escucharlos felicita, les transmite sus emociones y su sencillez y se toma fotos con ellos.
    Fue una feliz casualidad la que lo trajo de nuevo. Antes de abril, Leonor Quijada ya lo había contratado para realizar una ópera que no se pudo concretar. La ópera era Lucía di Lamermoor, de Donizetti, que no se mira por aquí desde 1991, en el viejo Festival Cultural Sinaloa, con Fernando de la Mora en el papel protagónico.
    Vestido con ropa informal, playera azul celeste, acorde con el tremendo clima de Culiacán, Camarena conserva su humildad. Sí se la cree pero trata de no perder el piso tras esa carrera de vértigo de los últimos años, que lo ha llevado desde 2006, cuando Patrón de Rueda lo animaba a cortarse el cordón umbilical, a partir por primera vez a Zurich y de ahí a pisar algunos de los mejores escenarios europeos, y después al famoso MET de Nueva York, donde en 2011 participó en una primera ópera.
    "Ha sido todo tan vertiginoso; desde que gané el Morelli, luego la invitación a Suiza, los contratos en Europa… luego el MET… Una cadena de eventos afortunados… Todo esto significa mucho para mí, pero no es motivo de vanidad sino de mayor responsabilidad, una responsabilidad muy grande", afirma cuando le preguntan.
    Como se vale soñar, reconoce que "me había imaginado tener un nombre dentro de la ópera, sí lo soñé, pero aunque no se hubiera hecho, estaría satisfecho con lo logrado". Ahora debe rechazar el canto de sirenas y dosificar su voz para evitar lo que les sucedió a otros grandes cantantes, que brillaron radiantes en el firmamento operístico, pero se agotaron rápido.
    "Mi más grande sueño era el MET, y llegué en 2011; luego sucedió lo de La Cenicienta… Después de esto, lo demás ya es ganancia", afirma.
    De su programa de anoche, ya hablaremos.

    Comentarios: aispurobeni@hotmail.com