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Columna

Si algo no nos ha matado, que nos fortalezca

    Sea como sea, el dolor está ahí, lo sientes, lo sufres, e indica que algo debe cambiar. Algo tiene que curar, sanar, o restaurar la mente. También el sufrimiento indica que algo anda mal. Hay que sanar, curar, y modificar nuestra existencia.

    Hablar del dolor y del sufrimiento, aunque usted no lo crea, es fácil (en general, hablar de cualquier cosa lo es). Pero el padecer, el sentir dolor, o llegar hasta el sufrimiento, se llega a la experiencia más difícil que tiene que soportar un ser humano. La dificultad se agrava por el hecho de que, pese a padecer dolores desde que nacemos, siempre que volvemos a sentirlo es como la primera vez: no entendemos por qué, nos asustamos, de nada nos sirven las experiencias anteriores y lo único que deseamos de la vida es volver a un estado de paz interior.

    Dolor y sufrimiento se usan como sinónimos, pero no lo son, suele hacerse una distinción que parece acertada. Por un lado, el dolor haría referencia a lo orgánico, a lo corporal, algo común a todos los seres vivientes, mientras que el sufrimiento haría referencia a una instancia de tipo psicológico, y remitiría sólo a lo humano.

    El sufrimiento puede tener origen en el dolor físico, pero evoca aspectos más profundos de la persona. Todos hemos experimentado o sentido a ambos en mayor o menor medida. Y todos queremos evitarlos.

    Sin embargo, no se puede tener la gran suerte de tener felicidad todo el tiempo, existen tropiezos que son consecuencias de nuestras decisiones, o situaciones dolorosas que se nos presentan, y que no podemos evitar, y están en nuestras vidas, lo queramos o no. Y la pregunta sería, ¿Tienen el dolor y el sufrimiento algún sentido?

    F. Nietzsche tiene una frase, una de las más populares, que dice en su versión más difundida: «lo que no nos mata, nos fortalece». Más allá de las interpretaciones diversas, podemos rescatar de esta frase un profundo sentido al dolor y al sufrimiento. ¿Para qué sufrir? Para fortalecernos. Se dice que el hombre crece y madura en el sufrimiento, que el dolor lo templa y lo enriquece.

    Hay diferentes maneras de enfrentar el dolor. La más común es querer huir del mismo, alejarlo, eliminarlo. Ingerimos analgésicos, calmantes; nos refugiamos inconscientemente en una agitada vida laboral, social, el alcohol o las drogas; nos anestesiamos física y psicológicamente. Pero cuando esto no sea suficiente, cuando no haya modo de escapar de él, ¿qué haremos además de desesperarnos y sentirnos los seres más miserables del planeta? ¿Podremos encontrar otra forma en la que no nos duela tanto lo que nos duele?

    Cuando estamos experimentando un sufrimiento, podemos formularnos una buena pregunta ¿qué podemos aprender, sobre nosotros mismos? ¿Qué nos enseñan el dolor y el sufrimiento?

    Por otro lado, si le encontramos sentido a nuestro dolor, podremos también ayudar a nuestros semejantes a encontrar el sentido a los propios, cuestión que no es de menor importancia en un trabajo hospitalario donde el dolor y el sufrimiento son cosas cotidianas. Si vemos que el «sentido» nos ayuda, nos calma, nos contenta, también lo hará con otros. Podemos entonces aliviarlos con calmantes y tranquilizantes, y también podemos transmitirles, además, ese sentido que hemos encontrado para nosotros, o la inquietud de una búsqueda propia.

    Lamentablemente, no hay manuales que nos expliquen la necesidad del dolor en nuestras vidas, excepto la de ser una señal de que algo anda mal. Sea como sea, el dolor está ahí e indica que algo debe cambiar. Hay que curar, sanar, restaurar el cuerpo. También el sufrimiento indica que algo anda mal. Hay que sanar, curar, restaurar mente y pensamientos.

    Si la enfermedad o la situación que atravesamos no tiene cura, debo aprender a convivir con ella. Si los hechos que me afectan no tienen solución, debo también vivir con ellos. Pero para lograr eso, algo en mí se debe modificar. En primer lugar, debo de aceptar mi situación, debo crecer. Debo aprender más. Debo valorar otras cosas de la vida, porque si para algo sirven el dolor y el sufrimiento, es para poder diferenciar lo verdaderamente importante de lo que no lo es.

    Octavio Robledo L.

    Psicólogo clínico – Tanatólogo

    Fb tanatologo Octavio Robledo

    Tel consultorio 669 982 52 36

    Hablar del dolor y del sufrimiento, aunque usted no lo crea, es fácil (en general, hablar de cualquier cosa lo es). Pero el padecer, el sentir dolor, o llegar hasta el sufrimiento, se llega a la experiencia más difícil que tiene que soportar un ser humano. La dificultad se agrava por el hecho de que, pese a padecer dolores desde que nacemos, siempre que volvemos a sentirlo es como la primera vez: no entendemos por qué, nos asustamos, de nada nos sirven las experiencias anteriores y lo único que deseamos de la vida es volver a un estado de paz interior.