Salman Rushdie esta más vivo que nunca, hoy cuando más se le necesita.
Estamos inmersos en un proceso donde la ideologías son materias convulsas e informes, presas del grito y el desafío a la inteligencia, removida por la pasión; su presencia nos recuerda que el nuevo conflicto entre Oriente y Occidente comenzó hace más de 30 años al salir publicados “Los versos satánicos”.
No solo México -y ahora Sinaloa- están divididos en dos corrientes políticas en conflicto.
Si como dice que la actual lucha entre cristianos y musulmanes dará como resultado una nueva guerra de los 100 años, quizá los historiadores del futuro remoto marcarán el inicio de ese conflicto cuando el Ayatollah Khomeini decretó la fatua contra Salman Rushdie en 1988.
No ha pasado un siglo del fin de la Segunda Guerra Mundial y ya se habla de reunirla históricamente con la Primera en un solo conflicto con una tregua de unos cuantos años.
Rushdie es parte de una historia que apenas se está escribiendo, un ciudadano británico que nació en Mumbai cuando aún se llamaba Bombay y la india era el diamante de la Corona Inglesa.
Su último Virrey, Lord Mountbatten, fue tutor espiritual del príncipe Carlos y moriría precisamente en un atentado terrorista en 1979.
Más que un producto de la India, Rushdie es un testigo del Londonistán... esos barrios londinenses donde se come más chapati y tandoori que pudín británico, ya que la emigración de musulmanes de sus antiguas colonias a la Gran Bretaña ha sido uno de los mayores signos de su modernidad y decadencia.
Hay una mayor tasa de nacimiento de dichos inmigrantes de la península indostánica que en el Reino Unido y, lo mas triste, fueron musulmanes nacidos en Inglaterra los que provocaron los atentados a los trenes, al igual que fueron ciudadanos estadounidenses los del pasado ataque a un instituto en San Bernardino.
Parece que el joven que atentó contra Salman Rushdie es nacido en América. El Corán prohibe hacerle la guerra santa (Yihad) al país donde uno nace o recibe asilo.
Editorial Planeta encabezó el riesgo de lanzar el libro en alianza con otros grupos editoriales cuando la condena a muerte lanzada por Khomeini incluía a quienes distribuyeran el libro.
Es justo añadir que por fortuna ninguna librería fue atacada por fanáticos musulmanes durante aquellos años iniciales.
Este polémico autor tiene puntos de contacto con la literatura hispana. Hay muchas semejanzas en la obra de Rushdie con los primeros libros de García Márquez y los últimos de Carlos Fuentes.
Los versos satánicos es un material difícil de leer porque está lleno de chistes privados, referencias cruzadas entre los shocks transculturales entre India y Londres, además de que tiene un aire paródico, carnavalesco y simplón que nos remite a “Cristóbal Nonato”, la novela futurista de Fuentes, donde la Ciudad de México está cubierta con una campana de cristal en el año 2000 para evitar la contaminación y hay un personaje hecho de la combinación de Beatriz Paredes, Elba Esther Gordillo y alguna entelequia similar al aparicionismo guadalupano.
En Los versos satánicos hay un personaje que es una estrella de cine de Bollywood, sobrevive a un accidente aéreo y se vuelve el nuevo profeta popular de la India. En su caída sin paracaídas tropieza en el aire con desquiciadas deidades y se vuelve un dios, luego de haberlos personificados en la pantalla.
Me tocó leer ese libro como novedad a fines de los ochenta y más o menos le entendí porque el Mtro. Elías Miranda antes me puso a leer “Entre los creyentes”, crónica de viaje y ensayo de un viaje por el mundo islamico de V. S. Naipaul, que fue una excelente introducción al abigarrado mundo de Pakistán y esa India donde la gente aún va al cine a ver películas donde los protagonistas principales son los dioses.
Si quiere leer algo de este autor, un libro más digerible y divertido es “Hijos de la medianoche”. Búsquelo.
Ver a Salman Rushdie vivo abre un poco de luz en esta era oscura.