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Columna religiosa

Pecador, pescador

EVANGELIZACIÓN, EDUCACIÓN Y CULTURA

    El rítmico vaivén del agua, sensación de armonía y de inestabilidad, líquida extensión surcada por ágiles navíos en consistente fragilidad. Afanados los pescadores, obreros en el vasto sitio, adaptan su ser al ser operante en la naturaleza líquida.

    Contemplativo, el maestro recorría lugar al encuentro con quien es el culmen de todo entorno, quien da vida y sentido a todo ambiente natural y más allá, el Maestro va en busca de quien la misma creación espera su plena manifestación.

    Acudían a él porque hablaba diciendo cosas que nadie había dicho, con una autoridad emanada, nunca expresada por otros, pero también acudían por sus obras, remedio de males ancestrales.

    El Maestro ocupa una sede, su cátedra en su natural entorno, el lugar es una barca, ahí donde se vive la cotidiana lucha, entre luchas, ilusiones y desilusiones y desde esa sede expone los signos de su original reino.

    La orden es ir mar adentro, arrojar la red, la experiencia dice que no es conveniente, pero una profunda autoridad se impone, más allá de toda lógica humana. La semilla ha sido sembrada, la red ha sido lanzada, la cosecha supera las expectativas, solo hay una explicación; es ser humano cumple poniendo su parte, el resultado viene de lo alto.

    La acumulación de variadas experiencias del día a día, trabajos, logros y fracasos modelan al hombre, el pesimismo se hace latente, pero ahí están los resultados. El viejo lobo de mar, asombrado está ante la vista de lo inaudito; más allá de las expectativas y los pesimismos, por pasadas experiencias, contempla que existe el poder de la fe, alimentada por la esperanza, conduciendo a lo divino: ¡Mayores cosa haz de ver!

    La sorpresa lleva al reconocimiento de la propia limitación, hasta un punto donde las posibilidades se encuentran con el límite de lo imposible, humanamente, solo es posible penetrar esa barrera desde la fuerza de la fe en el poder que viene de lo alto.

    ¡Señor yo solo soy un pecador! Abrumado Pedro cae abatido por la sensación de impotencia ante lo superior, pero el Maestro, de quien él no se siente digno compartiendo su experiencia y su conocimiento sintiéndose nada en su miseria frente a la cercanía de lo inefable, lo levanta y lo revalora.

    La respuesta de Jesús lo reintegra en la profundidad de su misterio, una superior realidad a los límites del humano conocimiento lo revalora en su misma realidad de su ser y hacer, Pedro es pescador, como el centurión era militar, a pesar de la miseria humana, en la realidad de su oficio, parte de su ser y de su misterio, se encuentra ahí el llamado y el instrumento de su grandeza para descubrir a Dios y colaboran en la edificación de un mundo mejor.