"Museo Arqueológico de Mazatlán: 30 años atesorando la historia del sur de Sinaloa"
Dos inteligencias que amaban la historia se reunieron: Efigenia Hernández Salaiz y Miguel Valadés Lejarza, que tenían, sin saberlo, el mismo sueño, construir un espacio que hablara con los habitantes del sur de Sinaloa, de su glorioso pasado prehispánico, recuperar el orgullo de ser totorame y presumírselo al mundo. Así nació el Museo Arqueológico de Mazatlán.
Tuvo tres inauguraciones, la primera en 1988, cuando se terminó de restaurar y acondicionar el edificio; el 29 de junio de 1989, ya con todas las piezas prehispánicas, y el 8 de noviembre del 2001 se reinauguró, cuando pasó a formar parte de la Red de Museos del Instituto Nacional de Antropología e Historia.
Hoy se cumplen 30 años de la segunda inauguración, en la que arrancó su historia como Museo Arqueológico.
“Crear un museo arqueológico en Mazatlán no fue algo planificado, sino ambicionado por varias personas de Mazatlán, sobre todo por don Miguel Valadés, que durante muchos años y hasta su muerte fue el Cronista de Mazatlán. Cuando José Ángel Pescador llegó a la Presidencia Municipal yo tuve la ilusión de crear el museo arqueológico porque ya había platicado con don Miguel”, compartió Efigenia Hernández de Pescador.
“Él tenía ese sueño desde hace muchos más años que yo, me interesaba mucho que ese museo se hiciera con el acervo de don Miguel, que era un coleccionista incansable de piezas arqueológicas, desde hacía muchísimos años, él se iba a excursiones para recoger piezas en donde quiera que le avisaran que se habían encontrado tepalcates o piedras, como los llamaba la gente; gracias a él se salvó muchísimo de ese tesoro de piezas arqueológicas, su colección es muy grande, la mayor parte de las piezas con las que se integró la colección actual del Museo Arqueológico de Mazatlán pertenecieron a su colección personal”.
Recordó que además de la colección de don Miguel Valadés se hizo un llamado a la población y un recorrido por todas las comunidades de las siete sindicaturas de Mazatlán, invitando a los pobladores a que donaran las piezas, así fue como Rigoberto Lewis fue uno de los que donó las piezas que tenía en posesión.
La casa en donde se encuentra el Museo fue adquirida por Gobierno del Estado de Sinaloa, en el periodo de Antonio Toledo Corro, su hija Lourdes Toledo planeaba poner una biblioteca en ese edificio, luego, ya en la Alcaldía de José Ángel Pescador fue donado al Ayuntamiento.
‘Nos daban centavitos’
“Entramos por primera vez a esa casa el 6 de enero de 1987, con Juan José León Loya y Armando Galván, se hicieron los planos de la distribución para que la propiedad pudiera albergar al Museo, poco a poco lo fuimos haciendo. Luis Armas era el de finanzas del municipio y con muchos trabajos nos daba centavitos de vez en vez para reconstruir la casa y José Ángel también colabora con poquito”, compartió.
“La colección de piezas prehispánicas que donó don Miguel Valadés es muy importante para la región porque sus recolecciones las realizó entre dos ríos, El Quelite y el Río Presidio, su enorme trabajo y dedicación salvó muchísimas piezas de toda esa región, que hoy nos hablan de nuestro pasado prehispánico”.
Reveló que don Miguel y María Teresa Uriarte no se llevaban bien y eso dificultó un poco la consolidación del proyecto, Gobierno del Estado lo tomó en sus manos y trajo a una especialista del INAH para que hiciera el discurso museográfico.
Si se va de Mazatlán, se quiebra
“Don Miguel donó sus piezas más valiosas. Una figura de una deidad de alabastro, los del INAH quisieron llevárselo a la Ciudad de México y don Miguel, muy valiente, lo tomó con una mano y le dijo: ‘¿te lo vas a llevar?’. Y el investigador le empezó a argumentar, le dijo, ‘Bueno, en este momento lo dejo caer y se va a hacer añicos porque es alabastro’. El investigador aceptó y dijo quédense con él. Hoy es una de las piezas más bellas del Museo”, recordó Efigenia.
“María Teresa Uriarte hizo las cosas muy bien, llamaron de Antropología a una investigadora para que hiciera la curaduría, a don Miguel no le cayó bien porque él quería hacer el discurso museográfico, por eso le decía ‘La aparadorista’ y así se le quedó. Por las fricciones, ni a don Miguel ni a mí nos invitaron a la inauguración que se hizo con las piezas y la museografía”.
La historiadora señaló que el edificio del Museo Arqueológico fue el primero que se restauró del Centro Histórico por la administración pública.
“Después, Gobierno del Estado compró el edifico de enfrente que se convirtió en el Museo de Arte. Yo sabía que los mazatlecos querían y necesitaban un museo arqueológico, también ya estaban las condiciones sociales listas para que existiera un teatro, un Centro Histórico digno de su pasado, la gente quería que esos ecos de lo que había sido el puerto se rescataran, hacerlo era responder a las necesidades de esta comunidad”, mencionó.
“El Museo cumplió las funciones para las que Juan José León Loya, don Miguel Valadés y yo soñamos y superaron nuestras expectativas. Siempre pensamos que además de albergar las piezas prehispánicas, también lo pensamos para que fuera un salón de usos múltiples para presentaciones de libros, exposiciones, conciertos chiquitos, hasta pequeñas obras de teatro, y fue todo eso. Me dio mucho gusto que el día de la inauguración, a la que no asistí, los mazatlecos sentían que cada uno de ellos había hecho algo para que ese sueño fuera realidad, me di cuenta que era un proyecto exitoso porque inmediatamente la comunidad adoptó el museo como suyo”.
Mazatlecos deben sentirse orgullosos de sus raíces totorames: De la Torre
El actual director del Museo Arqueológico de Mazatlán es el arqueólogo Gibrán de la Torre.
El egresado del la Escuela Nacional de Antropología e Historia asegura que por desconocimiento, los sinaloenses no han dimensionado lo valioso que fue la Nación Totorame en el contexto de Mesoamérica antes de la llegada de los españoles.
“Los sinaloenses deben sentirse muy orgullosos de su pasado indígena, en el Museo existen piezas de cerámica de una gran belleza. Las cerámicas hechas en el sur de Sinaloa en el periodo Prehispánico están consideradas entre las más bellas de Mesoamérica, por la tecnología usada para crearlas”, señaló.
“Se necesitaron hornos que alcanzaran 850 grados centígrados para poderlas fabricar, el acabado de las vasijas y los diseños con los que fueron adornadas son de una gran belleza, eso nos habla de la complejidad de las sociedades que habitaron este territorio”.
El arqueólogo dio a conocer que Sinaloa proveyó de conchas a todo el territorio mesoamericano, esta materia prima era utilizada profusamente en la joyería de las élites de las culturas mesoamericanas, alcanzaban un gran valor en el mercado de los centros urbanos del centro de lo que hoy es México.
“El Museo contiene objetos que hablan de las culturas que se desarrollaron en el sur de Sinaloa, fue la Nación Totorame que significa ‘de aquí soy’, el asentamiento más sobresaliente del que tenemos datos fue Chametla, en las zonas de marismas hubo un gran desarrollo y uno de sus vestigios más importantes es la pirámide de El Calón, se cree que fue construida en el periodo Aztatlán, que va del 900 al 1100 y que le dio a estas culturas las espléndidas características estéticas de los vestigios que nos permiten tener conciencia de su existencia”.
Entre las piezas más importantes que vale la pena pasar a revisar porque son otro de los grandes orgullos de ser de Mazatlán se pueden enumerar.
“El pectoral de Teacapán es de una gran belleza, creado con piedras verdes que están asociadas a las élites, porque es muy difícil conseguir piedras de ese color en Mesoamérica, tiene mil 926 piezas de conchas y piedras semipreciosas, una cuenta de conchas se tardaban una semana para pulirla, la especialización que necesita la elaboración de una pieza así, habla de una organización social compleja”, dijo.
“Las piezas de alabastro representan al Dios local, ciertamente este tipo de piedras no se encuentran en esta región, es evidente que las trajeron de otro lugar, pero fue aquí en donde las tallaron, para esa cultura fueron unas joyas de incalculable valor.
El jorobado de la náutica, añadió, se puede fechar entre el 900 y el 1100, que es el periodo Aztatlán, que fue cuando todos los objetos creados por esta cultura se embellecieron con una estética muy refinada.
Existen en la colección del Museo Arqueológico de Mazatlán dos trípodes de una belleza impresionante, uno es policromado y el otro es de color negro con esgrafiado, ambos son impactantes por la suavidad de líneas que le dan forma. El esgrafiado tiene un diseño sutil, equilibrado, que crea una armonía conmovedora.
FECHAS
Tres inauguraciones ha tenido el Museo Arqueológico de Mazatlán
1988: Se inauguró el edificio que albergaría el Museo, fue restaurado por el arquitecto Juan José León Loya por iniciativa de la entonces primera dama de Mazatlán, Efigenia Hernández de Pescador.
29 junio 1989: El Gobierno del Estado de Sinaloa y el Ayuntamiento de Mazatlán inauguran el Museo con piezas que donó el cronista de la ciudad de ese momento, don Miguel Valadés Lejarza. Hasta la fecha, el 80 por ciento de las piezas que contiene el Museo son de esa donación.
8 noviembre 2001: Es la fecha en la que el Museo se reinauguró porque pasó a formar parte de la red de museos del Instituto Nacional de Antropología e Historia, que ese año creó la sede regional de Sinaloa en Mazatlán, el primer director regional del INAH Sinaloa fue Héctor Torres Nafarrate.
EXPOSICIONES TEMPORALES
Además de la colección permanente que resguarda el Museo Arqueológico de Mazatlán en sus salas, cuenta con un área de exposiciones temporales, donde actualmente se encuentra en exhibición El mamut de Ecatepec. Se trata del esqueleto de un mamut encontrado en las inmediaciones del Municipio de Ecatepec, el fósil tiene cuatro metros de altura y 12 mil años de antigüedad, está compuesto por 132 piezas -120 originales y 12 recreadas- armadas y montadas para su exhibición en pie.
La pieza se acompaña de gráficos que detallan sus características y existencia en el pasado prehistórico.
“El gigante de la Prehistoria” estará en Mazatlán hasta el 25 de agosto.