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Columna

Los longevos y la felicidad

    Cumplir años conlleva a un paulatino deterioro de nuestras capacidades, que puede ser más o menos rápido en función de nuestro estilo de vida. Pero más años es también más experiencia y digamos que más sabiduría.

    A partir de los 50 podemos estar pensando en la antesala de la jubilación y en sí podremos disfrutar de esa ansiada libertad con salud. Y sentimos el azote del declive hormonal, tanto las mujeres como hombres. ¿Y después? Con suerte disfrutaremos de algunas décadas más de vida, en relativa salud y dulce compañía.

    Hace algunos años, la consultora Gallup publicó un estudio que recibió bastante atención en los medios y que venía a afirmar que la felicidad puede llegar a partir de los 50 años. Este sondeo pedía a los participantes que calificaran de 1 a 10 su satisfacción vital, así como si habían experimentado el día anterior alguno de los siguientes sentimientos: felicidad, estrés, preocupación, ira, tristeza o satisfacción.

    Los resultados fueron sorprendentes: la relación entre satisfacción vital y edad tendría forma de una ‘U’. Alrededor de la mayoría de edad, nos sentimos bien en nuestra burbuja adolescente, en la que apenas tenemos percepción del riesgo y el impulso vital es elevado. Conforme alcanzamos la madurez, las nuevas responsabilidades laborales o familiares van minando ese bienestar. A partir de los 50 años, sin embargo, empieza a recuperarse ese índice de satisfacción para superar el de la adolescencia a los 85 años de edad.

    “Las personas mayores son más felices” así de rotundo es el título de una conferencia de Laura Carstensen, psicóloga e investigadora del Centro de Longevidad de la Universidad de Stanford. Esta investigadora ha desarrollado una larga carrera en la que ha profundizado en la relación entre satisfacción vital y la edad. Y todo parece indicar que cuanto mayores somos, mayor es nuestra resiliencia y nuestra capacidad para adoptar un camino que nos lleve a la felicidad.

    Este hecho se vio reflejado durante la crisis por covid-19, donde Carstensen pudo constatar que los mayores sobrellevaron mejor emocionalmente la pandemia que los adultos o los jóvenes. Parece ser que, con la edad, tendemos a mirar el lado bueno de la vida. Los mayores tienen mejor capacidad para recordar las cosas positivas que han experimentado frente a las negativas. Y la experiencia y el conocimiento de que el tiempo es finito nos llevan a dar relevancia a lo verdaderamente importante.

    Carstensen da otra de las claves para la felicidad de las personas mayores, y es el apoyo social. Cuando alcanzamos la tercera edad, algo puede marcar la diferencia entre la plenitud o la tristeza: unas relaciones cercanas fuertes o la soledad y el abandono más absoluto. Las personas mayores parecen tender a reforzar sus relaciones sociales si tienen la posibilidad, algo a lo que también contribuye el mayor tiempo disponible tras la jubilación. Y esto lo apreciamos en casa MoMa que es un lugar para adultos mayores, los vemos felices, nunca están tristes y, sobre todo, disfrutan la convivencia con sus compañeros, siempre con una excelente actitud a la vida.

    En las sociedades donde se vive en comunidad, fuera del aislamiento al que nos empuja la vida moderna en las grandes ciudades, con horarios que son prácticamente incompatibles con la familia, y por ende con los amigos, es donde se concentran personas mayores felices.

    Probablemente, Carstensen tenga razón: nuestra sociedad no está aún preparada para facilitar un entorno plenamente satisfactorio a una población cada vez más envejecida y con una mayor esperanza de vida. Podemos prevenir y posponer las enfermedades asociadas al envejecimiento, podemos intervenir en mejorar nuestra funcionalidad, en un futuro quizás no muy lejano, tendremos tratamientos que alarguen nuestra existencia, pero ¿quién quiere vivir más de 100 años y no ser feliz? Sin duda, la salud y el bienestar son claves para un envejecimiento saludable, pero la felicidad no lo es menos.

    Podemos llegar a la conclusión, de que la experiencia y el conocimiento de que el tiempo es finito, nos llevan a dar relevancia a lo verdaderamente importante en la vida, como es la felicidad, tener paz interior, el desapego, la importancia de nuestra salud física y mental, vivir sin estrés, saber fluir, disfrutar el presente, etc.

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