Hay momentos en que los distintos planos en que nos desplazamos coinciden.
Por un lado, leo en el relato autobiográfico Estambul", de Orhan Pamuk, las descripciones de unos hermosos claros de luna en el Bósforo. Grabados descritos de tal forma que se van desplazando en nuestra imaginación conforme las palabras se distribuyen en cada línea. Cada párrafo es un momento íntimo, espiritual, evocado por su autor. Es un paisaje en blanco y negro en el que nos movemos al ritmo del recuerdo.
Cinco treinta de la mañana, muchos años después, en lo más occidental de la ciudad limítrofe, un claro de luna sobre el mar ilumina las páginas que quedaron abiertas al caer el libro de la cama. El Bósforo y el Pacífico se unen en el mismo reflejo, como si los planos se intercalaran y un instante, sólo instante, sucede lo que pensamos que no podría suceder.