"El Tatuas, un viaje por el teatro sinaloense que inició Óscar Liera hace 35 años"
Eran los tiempos más violentos que se hayan conocido en el estado, aquellos en que los narcotraficantes tomaban las calles de Culiacán, se enfrentaban a plena luz del día y las dejaban teñidas de sangre.
Tiempos de Toledo Corro, los más confrontados con los sectores sociales, campesinos, universitarios, empresarios. Tiempos también del neopanismo encabezado por el carismático Manuel Maquío Clouthier, quien atraía la simpatía de la gente.
Era 1982, año en el que llegó Óscar Liera a Culiacán e inició un proyecto que del que luego surgió el Taller de Teatro de la UAS y que este año celebra 35 de trayectoria.
El año 1982, recuerda Rodolfo Arriaga Robles, director del Tatuas desde hace más de 29 años, significa la reunión, la sinergia de la gente de teatro, de lo mejor de los grupos de la localidad de ese entonces, el grupo José Revueltas, Apolo, Teatro Universitario Sinaloense, el Bufón, entre otros.
Héctor Monge, Martha Salazar, Claudia Apodaca, Sergio López, Eduardo Arriaga, Ana María Cortés, Lázaro Fernando, Alberto Solián, Alfonso Flores, Miguel Ángel Morgan, Arturo Miter, Rosa María Peraza y el mismo Arriaga, acudieron al llamado de Liera, quien regresaba luego de estudiar en el Instituto Nacional de Bellas Artes y de una larga estancia en Francia.
"Había mucha curiosidad, ansiedad por conocer la forma de trabajar de Liera. Se hablaba mucho de su rigor, la base de su trabajo se fundaba en la disciplina y a nosotros nos motivó a asumir el teatro como forma de vida", señala.
"El resultado fue Salmodia para un día de cansancio, poemas que eran salmos del poeta nicaragüense Ernesto Cardenal. Óscar no trabajaba aún en la universidad y todos quedamos tan encantados que le pedimos a Medina Viedas que lo contratara y después de mucho insistir se quedó y ahí inicia el Tatuas".
Pero no fue sino hasta 1984, cuando Liera, movido por el interés de trabajar en su tierra, en sus mitos, sus tradiciones, deja la Ciudad de México, donde estaba triunfando, para vivir en Sinaloa.
"Él nos decía, 'tenemos que hacer un teatro que hable de nuestro acontecer cotidiano, de nuestros héroes que están olvidados, Rafael Buelna, Heraclio Bernal, escribir sobre eso', escribió sobre el mito de Malverde cuando era el santo de la pobrería, y no el santo de los narcos, que se lo apropiaron después", recuerda.
Esa obra marcó una nueva forma de hacer teatro, distinta a la costumbrista, a la de los años 50, que tuvo auge con Manuel Sánchez Navarro y Socorro Astol, quienes montaron obras de autores clásicos, nacionales y locales.
"Liera vino a significar un rompimiento artístico, paradigmático, con nuevas formas de hacer teatro, con un grupo, y al mismo tiempo escribir para ese grupo y esa particularidad le da universalidad".
El jinete de la Divina Providencia la estrenaron el 7 de julio de 1984 y en agosto ya estaban en la Muestra Nacional de Teatro, en septiembre en Manizales, Colombia, luego los invitaron a Bogotá y luego a Pereira.
"La obra tuvo una gran trascendencia, algo que surge en el origen, por eso hay un antes y después del teatro en Sinaloa con Óscar Liera".
La censura
De disciplina fuerte y rigurosa, Liera estaba convencido de que el teatro era una forma de vida y esa fue la mística que trasmitió al grupo.
"Al principio fue un choque para nosotros, llegábamos media hora antes a calentar y ponernos en condición para empezar el ensayo. Se generó algo distinto, el teatro como una profesión u oficio y para ser reconocido había que trabajar intensamente".
Trabajaron de manera intensa, aprendieron a organizarse y ser autosuficientes desde la producción hasta la difusión, porque nadie les iba a hacer las cosas.
Pero no estuvieron libres de censura. Les cerraros espacios. Incluso, en algunos teatros los apedrearon.
"Fue muy complicado porque tuvimos varios actos de censura, para empezar a Óscar lo censuraron en México en Cúcara y mácara, le dieron una golpiza a los actores en plena universidad veracruzana en 1981".
En el verano de 1983, cuando hicieron La verdad sospechosa, que trata de un tipo mentiroso que al final se tiene que casar con una mujer que no quería, pero en la propuesta de Liera al final le ponen una banda presidencial al mentiroso, para decir que en México todo lo que ocurre es "una verdad sospechosa".
Hicieron dos funciones en el teatro del Seguro Social y se programó una temporada de 10 funciones más, y en la segunda de ellas, les cortaron la luz por órdenes de Toledo Corro, que habló con García Sáinz y le dijo que en la obra se mencionaba a su familia y nos pusieron de pretexto que había habido un corte y no pudieron entrar al teatro.
"Se hizo un escándalo, había mucho público, autoridades de la universidad".
En Tijuana los quisieron apedrear con Cúcara y mácara, en un teatro de la Universidad,
"Eran tiempos muy complicados, de mucha censura, a Óscar lo golpearon una vez saliendo del metro, después de que escribió una carta al tigre, en diciembre de 1985, que se ha publicado muchísimo, tenías que navegar con la censura, luego vino un conflicto en 1988 cuando Óscar se estacionó en Foro Escénico Teatral, que era sede de un partido, porque era un lugar apartado para acarreados.
Hubo un mitin y consecuencia de ello fue que les quitaran apoyo, en gobierno de Labastida para la película El jinete de la Divina Providencia que rodaban en Cosalá.
"No podías disentir porque te reprimían inmediatamente".
Pero Liera les decía que no debían dejarse, porque el teatro es para eso, para cuestionar lo que no está bien en el país y había que seguir adelante y denunciar.
Con Liera, el teatro sinaloense alcanzó logros jamás conseguidos, ni la censura, ni la falta de espacio fueron grandes obstáculos. El momento más doloroso y difícil para el grupo fue sin duda la muerte del dramaturgo.
La muerte del líder
Como entre 1984 y 1989 el dramaturgo culiacanense echó a andar grupos en Los Mochis y Guamúchil, escribió Camino rojo a Sabaiba, en clara alusión a la recién estrenada carretera Costera Culiacán-Guasave, que cobró numerosas vidas porque se puso a funcionar sin señalamientos.
En el libro Tatuas veinte años de vida escénica, Arriaga dice que en esa etapa Liera escribía con una visión lúgubre y pesimista del mundo, misma que reflejó en Los caminos solos.
"Son los últimos días de Óscar: la enfermedad mina su organismo hasta acabar con él", escribe.
A su muerte el grupo se dividió, salieron algunos elementos y la dirección, por consenso de los que se quedaron, la asumió Arriaga.
"Fue un momento muy difícil, muy complicado, quedamos huérfanos, era muy pesada la losa, duramos algunos años con el duelo, pero tuvimos apertura suficiente para entender que teníamos que reforzar lo que nos dejó, invitando directores, tomando talleres, que nos ayudaran a tener una visión del teatro mucho más amplia".
Esos últimos días, el dramaturgo acudía enfermo y con un suero conectado, a los ensayos de El portal de Belén, obra con la que homenajearía a Enrique Alonso Cachirulo, quien generó los sueños de muchos niños en su época. Pero no alcanzó a verla montada, no se pudo levantar.
La estrenaron el 22 diciembre del 1989 y él murió el 5 de enero de 1990, al día siguiente del entierro, después de haberle llorado en el panteón, su grupo regresó al teatro a dar la función.
El relevo generacional
A 35 años del nacimiento del Tatuas, el mundo ha cambiado de manera vertiginosa. Hubo una revolución cultural y tecnológica impresionante y obviamente el teatro que hacíamos con Liera y el que hacemos ahora es completamente distinto.
"¿Cómo sobrevivir a esta evolución para que el discurso siga siendo efectivo? Fue uno de los grandes retos, invitamos a directores como José Acosta, Perla Szuchmacher, que nos apoyaron muchísimo", reconoce.
"El teatro para niños lo aprendimos con los argentinos sin perder esa mística y finalmente creo que los trabajos hablan, El muerto todito estuvo en el Cervantino, en Puro Teatro, Muestra Nacional de Teatro, igual Fantasmas de aserrín, el secreto de Gorco. Entramos a una circunstancia completamente nueva, de gran reto y estamos vigentes porque hemos sido capaces de entender que el teatro cambia".
El reto ahora, dice, es el relevo generacional.
"Los últimos montajes hemos estado trabajando con muchos muchachos, el asunto es dejar la batuta en manos de otros, para que sigan en este camino tan complicado que es el teatro, porque la comunicación cara a cara se ha perdido, hoy es la comunicación cara-aparato, y cuesta despegar a la gente para que vaya al teatro".
LOS INTEGRANTES
El Tatuas lo integra un grupo heterogéneo en el que hay jóvenes, gente mayor que ahorita no están en escena como Martha Salazar, Inga Pauwells. Están también Eduardo Arriaga, Marichú Romero, Lázaro Fernando, Marcela Beltrán, Aurelio Osuna, Genaro Sahagún y Miriam Valdez, entre otros.