1) Para saber
“Dormí y soñé que la vida era alegría. Desperté y vi que la vida era servicio. Actué y he aquí, el servicio fue alegría” (Rabindranath Tagore). La alegría, tan deseada, no se consigue por el hecho de desearla, sino que podrá venir como fruto de las acciones. Por ello la alegría es uno de los frutos del Espíritu Santo. El Papa Francisco, una vez visto los carismas, ahora reflexionó sobre los frutos, deteniéndose en la alegría. A diferencia de los carismas que son un regalo del Espíritu Santo, los frutos son el resultado de una colaboración entre la gracia y la nuestra libertad.
Afirma el Papa Francisco que la alegría que llena el corazón y la vida entera viene del encuentro con Jesús, como se lee en el Evangelio. Jesús viene a liberarnos del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. A veces puede haber momentos tristes, pero con Jesús siempre habrá paz y una alegría profunda.
2) Para pensar
Un santo que tuvo la alegría como su rasgo distintivo fue San Felipe Neri. Siempre de buen humor, este “el santo de la alegría” nació en Florencia en el siglo XVI. En el 1500 en Roma no había escuelas, sino que abundaba la miseria y las bandas de niños abandonados a sí mismos, siempre hambrientos, intentando robar. Felipe les dio un hogar y una familia, y mendigó por las calles para que tuvieran qué comer, enseñándoles con el canto y la catequesis. Felipe quería que sus niños crecieran en la alegría y cantando, muy contrario a como se educaba a con severidad y a golpes de bastón: “Hijos míos, sed alegres: no quiero ni escrúpulos ni melancolías, me basta con que no pequéis”.
Felipe intentaba proporcionar a sus chicos todo lo que necesitaban y no dudaba en llamar a las puertas de los palacios de los ricos para pedir limosna. Se cuenta que una vez, un señor rico, molesto por sus peticiones, le dio una bofetada. El santo no se descompuso y sonriendo dijo: “Esto es para mí, os lo agradezco. Ahora dadme algo para mis chicos”. Fue un evangelizador a través de la alegría.
En otra ocasión, una mujer fue a pedirle consejo, pues discutía y peleaba con su marido por todo. El santo le dijo: “Tengo justo lo que necesita, una medicina infalible. Tenga este frasco y cuando su marido inicie una discusión, tome un sorbo a la boca sin tragarlo y cuando él termine de decir todo, entonces podrá tragarlo”. Días después, la mujer volvió agradecida con la botella vacía por más líquido milagroso, pues funcionaba: el marido, al ver que yo no le contestaba, dejaba de hablar. Felipe fue a llenar la botella con simple agua de la fuente.
3) Para vivir
Cuando alguien tiene una alegría, desea que no se acabe. Cuando es fruto del Espíritu Santo, no está sujeta al tiempo, puede renovarse cada día y se vuelve contagiosa. Además, cuando se comparte con los demás crece y se multiplica. Gracias al encuentro con el amor de Jesús, somos rescatados de nuestra tristeza y soledad. Será natural que el encontrar el amor que da sentido a la vida, se quiera compartir.
En este tiempo de Adviento san Pablo nos lo recuerda: “Estén siempre alegres en el Señor, les repito estén alegres, y den a todos muestras de un espíritu muy abierto. El Señor está cerca” (Fil 4,4-5). (articulosdog@gmail.com)