Tomar la decisión de emitir un juicio condenatorio, difícil tarea de alguien que es padre y juez a la vez. Amor y justicia, dos conceptos que deberán ser prioridad siempre vigente.
La rebeldía del hijo Absalón causó estupefacción y dolor en el rey-padre David, ante el atrevimiento a desconocerle y enfrentársele, movido por ambiciones de usurpar el mandato de quien era su padre, olvidándose de la sangre que corría por sus venas.
La crucial batalla, con brutalidad se ha librado el rey expectante espera noticias del resultado que decidirá su destino y el de su reino.
La respuesta es contundente, ¡La victoria corresponde al rey, el triunfo se ha logrado!
Una inquietante ansiedad inunda al rey que ahora de expresa como padre, “y mi hijo Absalón, ¿cómo está?”, “Que les suceda y perezcan como él todos quienes se atrevan a levantarse contra el rey”, esa es la respuesta.
El dolor del padre rey David desborda, explotando en inconsolable llanto y exclamando; “¡Hijo mío Absalón, Absalón, hijo mío!”
La victoria se ha convertido en la imagen de una derrota, la tragedia inunda el ambiente.
Cuando el humano se decide a entrar en confrontación con su creador, la pretensión de usurpar su omnipotente poder, acreedor se hace de la sentencia al castigo del abandono y a la miseria, lejos de la herencia eterna reservada para él.
Condenar a un hijo, un hijo de Dios, cuando este hijo por su comportamiento se hace acreedor del castigo supremo y no se arrepiente de sus actos, la encrucijada del eterno Padre es verse obligado a tener que ejecutar sentencia que Él no quiere ejecutar.
Cuando un hombre, portador de la imagen de su creador se pierde al abandonar el camino de su creador, Dios llora con gemidos inenarrables, que estremecen el universo entero.
Dispuesto a agotar todas las posibilidades el amor divino no dudó en enviar a su propio divino hijo para que en él se cumpliera el castigo, difícil decisión solo podría al tomar en cuenta el insondable misterio del amor divino hacia su creatura, el ser humano. Porque Dios, en su infinito amor, quiere que todos los hombres se salven y llegan a la plena posesión de la Verdad.