"Cuenta Federico sus charlas con Rulfo"
CULIACÁN._ Entre el humeante aroma del café del crepúsculo y la Zona Rosa en la Ciudad de México, el escritor y periodista, Federico Campbell tuvo la fortuna de entablar lazos y palabras con una importante figura de la literatura mexicana, Juan Rulfo.
"Él es el alma mexicana, así como se dice el alma rusa, es un ser construido y esculpido en la historia, es como el inconsciente e imaginario colectivo, es la actitud ante la vida y la muerte", dijo.
"En ese mismo sentido me refiero al alma mexicana y creo que está en Juan, en Pedro Páramo. Hay una cadencia y un ritmo en su prosa, un estado de ánimo, un tono melancólico y depresivo".
Durante las interminables charlas, el escritor originario de Sayula, Jalisco, le contó sobre su obra y su estrecha relación con la muerte, factor que casi rallaba en la obsesión.
Cuentos de vida
"Nos sentábamos a platicar frecuentemente durante ciertos años, como del 80 al 86, siento que me confió cosas que no le había confiado a otros, sobre por qué dejó de escribir", sostuvo.
Esa fijación con la muerte la rescata en La ficción de la memoria, pero en Post scriptum triste, habla sobre la agonía ante la página en blanco que Rulfo enfrentó.
"Probablemente el tema de fondo sea la impotencia literaria, el no poder escribir, el misterio de por qué un escritor que ha escrito libros, y en el caso de Juan, dos obras maestras, por qué no puede seguir escribiendo, es la pregunta del libro, es el enigma, porque es un problema sobre la creatividad".
Palabras humeantes
El creador de Pedro Páramo y El llano en llamas poseía esa capacidad que los escritores tienen, hablar sobre sus obras, aunque no incidentalmente, su pasado está dividido en esos libros, que cuentan su dolorosa infancia, aseguró.
"Decía por ejemplo: 'el muchacho que mató a mi papá se apellidaba Nava, estaba bebiendo en una cantina, medio borracho, entonces pasó mi papá en el caballo, porque recogía las limosnas de las iglesias, porque en esos años le estaba permitido a un laico hacer ciertas labores que hacían los sacerdotes perseguidos por Plutarco Elías Calles durante la guerra Cristera", comentó Campbell.
El joven no quería robarle, se ofreció a acompañarlo, cuando llegaron al rancho, había una tranca, el muchacho se bajó del caballo a mover la tranca, para que pasara don Cheno, cuando pasó le disparó por la espalda. Por eso se apellida Nava el personaje de Diles que no me maten.
"A pesar de que Juan decía que no había nada autobiográfico en su literatura, creo que no podía no haberlo, a veces he pensado que a Juan Rulfo lo único que le interesaba contar en esta vida era la muerte de su padre, y una vez que la contó en Pedro Páramo, ya no le interesó la literatura, ya no tenía nada qué decir".
Relación con la muerte
Según la descripción de Campbell, Rulfo era un hombre que poseía una personalidad sumamente compleja, su pensamiento siempre estaba enfocado en pensar en los muertos.
"Creo que Juan tenía una percepción muy personal de la muerte, decir obsesión es superficial, él siempre estaba pensando en la muerte, pero en eso estaba su locura, no fue un sicótico o esquizofrénico, era una cosa irrepetible en otro ser humano".
El vacío
Por su infancia, marcada por el fallecimiento prematuro de la madre y el asesinato del padre a corta edad, Juan Rulfo tenía grabadas con lágrimas un vacío que trató de llenar con sus letras, en las dos obras maestra que dejó.
"Creo que cuando Juan describe el cadáver de Miguel Páramo, en Pedro Páramo, hace una descripción del rostro, es muy impresionante la descripción de este rostro muerto, pero yo creo que es el niño Juan Rulfo, que a los 6 años vio cómo entraba en una carreta el cadáver de su padre".
Añadió que sospecha que el escritor utilizaba imágenes, las cuales ponían de manifiesto lo que le dolía la imagen de su padre muerto, cosa que plasma en la muerte de Miguel Páramo.
Cuando Juan Rulfo falleció el 7 de enero de 1986, Campbell lamentó su pérdida, por lo que representó para la literatura mexicana y latinoamericana, aunque con esto, por fin pudo conocer aquello de lo que siempre habló y sobre lo que giró su prosa desgarradora, un estilo que muchos han imitado, pero que nadie ha podido igualar.
HOMBRE DE LETRAS
En el año 2000 Federico Campbell se hizo acreedor del Premio Narrativa Colima para Obra Publicada con "Transpeninsular".