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Columna

Crucifixión

EVANGELIZACIÓN, EDUCACIÓN Y CULTURA

    Crueldad y sadismo, en una mezcla de destructoras paciones del más bajo nivel, convierten al humano en bestia sedienta de sangre y destrucción, con la pretensión de paralizar, con el terror, a quien se erija mostrando una contraria presencia en aquello que la ambición el egoísmo, los intereses o simplemente el yo personal, muestren un rostro contrario a la ambición de quien pretende ejercer el dominio de lugares o de conciencias.

    La conquista es exaltada con una bélica máscara de heroicidad, donde la brutal crueldad desprecia la humanidad en la vida y en la dignidad de sus semejantes, quienes tan solo son vistos como enemigos.

    En una espiral de encontrar indignantes castigos, en los cuales compita la crueldad sobresalen dos como espectáculos ofrecidos para un público sediento de contemplar el sufrimiento en una ejecución, estos son; la incineración en vida y la crucifixión, aunque a ellos se puede unir, como espectáculo masivo, el enfrentamiento de seres humanos con salvajes fieras, extasiándose al observar cono eran devorados vivos.

    El más atroz de los castigos, para muchos, por su sadismo y por la larga duración para terminar con una vida humana, prolongando su sufrimiento, era la crucifixión, considerándolo como el más ejemplar para la intidiminación, que domino en los albores del primer milenio de la era cristiana, como una práctica común en el tiempo del Imperio Romano, extendiéndose a todo el litoral del Mar Mediterráneo.

    Pero el origen de esta sádica práctica se pierde hasta los orígenes de las primeras ciudades-estado, allá en la legendaria Mesopotamia en el Imperio Persa, entre los siglos VII o VII considerándolo como un ejemplar método de tortura. Alejandro Magno lo traería hasta el occidente imperial.

    Era una brutal ejecución saturada de crueldad ofrecido a un público general, sediento de sangre, donde de sádica manera era contemplado un hombre con escases de ropa o completamente desnudo en un proceso de lenta agonía, su desgarrado cuerpo a tal punto estaba que podía considerarse una nauseabunda piltrafa, en donde antes lucía un ser humano. La multitud era convocada para contemplar el evento de la ejecución que podía prolongar la vida del ajusticiado desde horas hasta días, antes de morir,

    Esta práctica fue abolida en el Imperio Romano cuando Constantino, el primer emperador cristiano gobernó Roma.

    Para los cristianos la crucifixión de su divino fundador oscilo entra la afrenta al considerar el significado de esta forma de suplicio y la evidencia de su infinita misericordia, nacida del amor, hacia los seres humanos, por quiénes, para lograr su recate, habiéndolos amada, los amo hasta el extremo, acepto la cruel tortura de la crucifixión.