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"TRADICIÓN"

"Celebran ceremonia de los faroles flotantes"

"La comunidad de japoneses de Culiacán recuerda a sus ancestros con la tradicional Torou Nagashi, que consiste en lanzar al río faroles encendidos"

    CULIACÁN._Cuando los primeros japoneses emigraron a Sinaloa, hace aproximadamente 100 años, tenían grandes sueños. Aquí vivieron, trabajaron, tuvieron familia y ahora su descendencia los recuerda.
    Y en su memoria se unen en la ceremonia Torou Nagashi o de los faroles flotantes, que consiste en encender una vela, colocarla dentro de un farol, inscribir en él el nombre del abuelo o del Isei, primer migrante japonés, y lanzarlo al río.
    Así se hace en Japón y ahora la comunidad de japoneses de esta ciudad lo hace en una búsqueda de las raíces, de encuentro con sus ancestros y de convivencia entre ellos.
    Luis Armando Kuroda fue quien tuvo la idea e hizo la convocatoria.
    "Esta es una tradición japonesa, se practica mucho en Hawaii, y es tener presentes a nuestros ancestros una vez al año", dijo.
    "Los primeros japoneses que llegaron a Culiacán eran en su mayoría médicos, aquí se establecieron, formaron familias y aunque los nietos no convivimos mucho con ellos, tenemos su sangre y sus costumbres, como el trabajo, la honradez, el amor a la naturaleza, todo el sentido comunitario".
    Kuroda recordó a su abuelo, Juan Kuroda, que vivió en San Pedro, donde ejerció la medicina, se casó y murió.
    "Mi padre es el mayor, Jesús, y bueno, ya se fueron también mis papás y tengo la necesidad de honrarlos. Busco la identidad y esa búsqueda me lleva a los abuelos".
    Y a ese encuentro celebrado en el Parque las Riberas, llegaron además los Hayashi, los Hirata, los Inukai, los Kondo, Koyama, Kataura, Ninomiya, Okamura, Osaka, Kumate, Matsumoto, Miyamoto, Monobe, Murakami, Amano, Saíto, Nidome, Sato, Shimizu, Sinagawa, Tamaura, Tanamachi, Taniyama, Watanabe, Yanagui.
    Los nisei, sansei y yonsei, hijos, nietos y bisnietos de los primeros migrantes, respectivamente, algunos con kimono, ropa de artes marciales y con una cinta en la frente con el nombre de Japón.
    Sobre las mesas, retratos de esos viajeros hacían más fuerte su presencia. 

    Japoneses en Sinaloa
    Herberto Sinagawa Montoya sostuvo que la lección de sus ancestros no ha caído en el vacío, sino que se ha venido prolongando la misma filosofía de vida que ellos practicaron.
    "La memoria de ellos permanece intacta en nuestro corazón"
    El japonés, dijo, es una de las razas más apreciadas de Sinaloa, pues se dedicaron a las tareas agrícolas sin desatender la práctica de la medicina, el comercio y la pequeña industria.
    "Fueron un ejemplo de trabajo y de calidad humana... En aquel tiempo no había hospitales ni médicos y ellos llenaron un gran vacío, llegaron con un gran cariño a la gente y un desprendimiento verdaderamente ejemplar".
    A principios del Siglo 20, recordó, se inició la migración de 46 jóvenes japoneses que habían venido a México a colonizar el sur del país, se establecieron en Chiapas, donde iniciaron con la plantación de café y luego algunos llegaron a Sinaloa.
    "El japonés tiene un gran aprecio por el honor, la dignidad y yo estimo que esas cualidades vienen de su religión, el budismo, religión que pugna por la búsqueda incesante de la realidad", consideró.
    "En esa búsqueda, ha venido depurando y perfeccionando su moral y en un mundo convulsionado ha sido un ejemplo de serenidad, de comportarse a la altura y es un motivo de orgullo tener estos antepasados".
    Y en esa fiesta de reencuentro con el pasado, estuvo llena de simbolismos, con un profundo sentido espiritual, por eso también es conocida como la Fiesta de las Almas.
    LA COMUNIDAD
    En la ceremonia participaron las familias Hayashi, Hirata, Inukai, Kondo, Kumate, Kuroda, Koyama, Ninomiya, Kataura, Okamura, Osaka, Matsumoto, Miyamoto, Monobe, Murakami, Amano, Saíto, Nidome, Sato, Shimizu, Sinagawa, Tamaura, Tanamachi, Taniyama, Watanabe, Yanagui.

    TRADICIÓN
    El Torou Nagashi o día de las Ofrendas de luz en el agua se celebra en Japón desde principios del Siglo VII a.C. y desde entonces permite a los japoneses recordar y rendir tributo a sus antepasados y difuntos. La idea es llevarlo a cabo cada año en Culiacán.