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Columna

Abrazar la esperanza

“Hoy es siempre todavía” (Antonio Machado).

    Este texto lo escribí también para Noroeste hace algunos años y creo que hoy sigue vigente, por eso lo comparto:

    Cada día me aferro a la Esperanza, así, con mayúsculas. No quiero perderla. Quiero hacerla mi amiga, mi madre, mi hermana. Quiero meterla en mi corazón. Le pido que todos los días me hable y me diga que las cosas estarán mejor, que mis sueños suspendidos se lograrán si sigo insistiendo; que México volverá a ser un país libre, seguro, justo y sin miedo; sin tanto dolor y sin olor a muerte. Y cada día, la abrazo y la beso; me visto de ella.

    La atrapo en un frasco de especias que pongo en mi cocina para agregarla a mi sartén, en vez de pimienta. La pongo en la azucarera para endulzar mi café. Echo un poco de ella en el agua con la que riego mis diez plantitas. La rocío sobre mis sábanas y echo unas gotas en la lavadora. Así, pues, le pongo Esperanza a mi vida.

    No quiero perderla, quiero que crezca en mí. La he plantado en el patio de mi casa en una maceta para que dé flores y frutos y poderla compartir. Esas flores las pondré sobre mi mesa y los frutos los llevaré en una cesta para quien deseé comerse uno. También la bordo en un pedazo de manta, y le dibujo flores de colores para envolver las tortillas.

    La busco en todas partes, en todas las personas, en todas las cosas. Le digo que no nos deje, que la necesitamos hoy más que nunca. Se las envío a mis hijas en mensajes de teléfono. Bailo y lloro con ella. Le cuento que a veces me desespero, pero que ella me ayuda a seguir. Me la llevo de viaje, sabiendo que es mejor traerla que llegar, como lo dice un antiguo proverbio japonés.

    Pienso en poner un puestecito en la plazuela para intercambiarla por más Esperanza; tenerla en bolsitas de diferentes medidas, según la necesidad. Hacer agua fresca para hidratarse, embriagarse o bañarse. Hacer pastillitas para darlas a las niñas y los niños. Hacer cigarros para fumarla. Ponerla en una canción “pegajosa” para que las y los jóvenes la canten y bailen.

    ¿Qué es la esperanza? Es “un árbol en flor que se balancea dulcemente al soplo de las ilusiones”, como la definió Severo Catalina, periodista y escritor español del Siglo XIX; Es “esa cosa con plumas que se posa en el alma y canta sin parar”, decía Emily Dickinson; es “el sueño del hombre despierto”, según Aristóteles. Tengo mucho que aprender de ella, y sé que todas las personas también, por eso me gustaría que fuera una materia en las escuelas de todos los grados. Soy su aprendiz y quiero ser su promotora, porque como lo escribió Pearl S. Buck, “comer sin esperanza es igual que morirse poco a poco de hambre”.

    Y, al llamarla, ella me responde amorosamente que siempre está presente para quien como yo desee abrazarla y hacerla su compañera de viaje. Porque con lo que se ha vivido en esta pandemia, la necesitamos más que nunca.

    Para reflexionar:

    ¿Cómo vivo la esperanza?

    Cada día me aferro a la Esperanza, así, con mayúsculas. No quiero perderla. Quiero hacerla mi amiga, mi madre, mi hermana. Quiero meterla en mi corazón. Le pido que todos los días me hable y me diga que las cosas estarán mejor, que mis sueños suspendidos se lograrán si sigo insistiendo; que México volverá a ser un país libre, seguro, justo y sin miedo; sin tanto dolor y sin olor a muerte. Y cada día, la abrazo y la beso; me visto de ella.