A veces hay tanta soledad
que el abrazo de otros no basta.
Llorar por debajo del llanto
susurros tenues de tristeza.
Un no venir a casa
cuando la fiesta retumba
en villancico que agoniza
en noche de paz.
Cuando como invitado no te apetece
la Nochebuena con los abuelos
y se siente que no hay nadie
y no hay nadie
y no hay nadie
hay otros en medio del
silencio de los ángeles
que ametrallan la noche
cuando interrumpes con una llamada
cinco minutos después de las doce
para aliviar un poco al corazón
devastado
deprimido
deshijado.