"25 años de historia"
(Primera de tres partes)
Era un grupo de empresarios sinaloenses y tenían el sueño de dar a su comunidad una institución de vanguardia, que brindara una formación de alta calidad y que de sus aulas egresaran jóvenes cuyo talento incidiera directamente en la sociedad.
Para alcanzarlo, Jorge del Rincón, Enrique Murillo, Eduardo Ritz, Jorge Chávez, Enrique Coppel, José Luis Garza, Enrique Rodarte, José Cárdenas, Diego Ley, Alfonso Zaragoza, Eva Podesta y Manuel Clouthier del Rincón, conformaron una asociación, gestionaron, reunieron recursos, y después de varios intentos, lograron fundar el Campus Sinaloa del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey.
Era el año de 1983 y en la segunda planta de un viejo edificio ubicado en sobre el viejo Malecón de Culiacán, entre Aquiles Serdán y Sepúlveda, estaban las instalaciones del Tec. Y aunque no eran las más funcionales, los padres de 127 jóvenes de preparatoria y profesional estaban convencidos de que tendrían una buena formación.
"Ese espacio recibió una pléyade de entusiastas estudiantes. Había un pequeño Centro Electrónico de Cálculo, en el que los prepos y los de profesional, como se decían entre ellos, peleaban turno con los floppys en las manos, para hacer sus tareas en las Apple 64 de monitor verde fósforo", recuerda Javier del Ángel, testigo de aquella época en la que fue maestro de preparatoria.
La idea era formar profesionistas comprometidos, dispuestos a lograr cambios significativos en su comunidad y en cualquier parte otro lugar. Así comenzó la historia, que al paso del tiempo se sigue escribiendo.
De Monterrey a Sinaloa
En los años 40, cuando en México las universidades eran inestables, luego de la revolución, surgió el Instituto Tecnológico de Monterrey.
Empresarios regiomontanos, obligados a hacer algo para solucionar la cuestión de la educación superior, se reunieron, estudiaron el asunto y se comprometieron en la fundación de un instituto de estudios profesionales y técnicos que garantizara la preparación de sus egresados.
"El Tec nace desde sus orígenes con una estructura de colaboración empresarial, entre gente que quería apoyar la educación y otro grupo que quería que la población tuviera una formación educativa diferente", señala Ricardo Puentes, quien durante 15 años fue director general del instituto, en Sinaloa.
En Monterrey conformaron la asociación Enseñanza e Investigación Superior y bajo su amparo, en 1943 nació el ITESM.
Aquí, la asociación Enseñanza Media y Superior Asociación Civil, conocida como EMYSAC, que presidía Clouthier del Rincón, aportó en 1983 lo necesario para construir el campus Sinaloa.
Maquío había realizado estudios profesionales en el Tecnológico de Monterrey, se tituló como Ingeniero Agrónomo Fitotecnista, en 1957. En su libro, Maquío, mi padre. El hombre, el político, Tatiana Clouthier recuerda aquellos momentos.
"Tanto significó para mi padre el Tec y Monterrey, que terminó cediendo todo, hasta ceder su nombre para que la institución se instalara en Culiacán".
Ahí estudiaron sus hijas, las cuatas Lorena y Lucía, a quienes les rogó quedarse y romper la tradición de estudiar la preparatoria en el extranjero, para afianzar el inglés, porque quería poner el ejemplo y que de ahí surgiera la primera generación.
Durante la gubernatura de Alfonso G. Calderón solicitaron un primer permiso para instalar el campus en Mazatlán, pero no se dieron las condiciones de un buen terreno. Ya en la administración Antonio Toledo Corro se concretó el sueño, con Eduardo Ritz al frente de EMYSAC.
Ambiente estudiantil
Los últimos días de julio de 1983, se escuchaba el rumor de la apertura de una nueva institución en Culiacán. Seguramente, dice Del Ángel, los jóvenes comentaban con sus amigos su próximo ingreso al Tec.
"La primera matrícula del campus, 530001, se le asignó a Lorena Clouthier. La siguiente a su cuata Lucía y las dos siguientes a los gemelos Fernando y Héctor López Castro", dice.
"En esa época se propuso crear un equipo de fútbol americano, pero la idea se desechó porque ni con todos los varones inscritos se completaba el equipo".
La primera reina de la institución fue Mercedes Murillo, de prepa, y su fotografía estaba en la sala de recepción del plantel. Eran los tiempos del pop y el rock, de los casetes y los audífonos del walkman, la comedia musical se asomaba al campus y como todos querían un papel, el director creaba tantos personajes como fuera necesario.
"El primer baile de disfraces fue un éxito, eso sí, con una docena de mamás sentadas en un rincón del salón. La primera graduación se llevó a cabo y la foto, por ser tan pocos, no pudo ser panorámica".
Los copetes de las alumnas eran verdaderas obras de ingeniería y ellas no temían a los colores fosforescentes. Los chicos calzaban top sider y algunos personalizaban la mezclilla con estoperoles, dice.
Se impartía preparatoria y las carreras de Administración, Contabilidad e Ingeniería Industrial, y el tronco común de carreras afines.
Al año siguiente, el Tec se trasladó a un edificio ubicado en el bulevar Madero, entre Ramón Corona y Aquiles Serdán. En una segunda planta, había nueve salones pequeños, uno de ellos sin ventanas.
"Abajo había un señor que vendía jugos y sándwiches y era como nuestra cafetería", recuerda Mónica Nieto, quien fue estudiante de prepa.
"Yo creo que nuestros papás creyeron en el sueño Tec porque no había nada, ni siquiera pupitres, yo tenía que llevarme uno de un salón a otro porque si llegaba otro no alcanzaba. Cuando llevaba Educación Física tenía que pedirle dinero a mi mamá porque la clase sería en el boliche", recuerda.
"Yo siempre fui buena alumna, pero en el Tec me enseñaron a pensar, a aprender de una forma diferente, a tener amigos para toda la vida y a creer en ese sueño porque a pesar de que no me vendían nada las instalaciones, el ambiente era padrísimo".
La infraestructura propia
Acostumbrarse al modelo educativo del Tec de Monterrey no fue fácil, especialmente para quienes nunca habían estudiado en él.
No llevaban uniforme, los muchachos decidían si faltaban un día o dos mientras no excedieran las faltas permitidas, no había juntas de entrega de boletas y podían tutear a los profesores.
Después de dos años de rentar edificios, por fin tendrían el propio y ya habían comenzado su construcción.
"Cuando nos llevaron a donde iba a estar el Tec dijimos 'ni locos vamos a venir hasta acá, está lejísimos', Los Álamos no existía, lo más lejano era la SEPyC, no había pavimento y en el retorno, donde está el semáforo había un hoyo", recuerda Nieto.
Pronto estuvo listo. Lo inauguraron don Eduardo Ritz, presidente de EMYSAC y Rafael Rangel, Rector del Sistema Tecnológico, autoridades, líderes empresariales, profesores y alumnos.
No tenían canchas ni estacionamiento. En los alrededores había un criadero de cerdos y en un solo edificio tuvieron todo: aulas, laboratorios, canchas y escenarios para el arte.
El director era José Rodríguez Absi y luego nombraron a Ricardo Puentes, quien al llegar, encontró un campus inundado, con ventanas rotas, mesabancos y pizarrones dañados. No había luz ni agua, y él tuvo el ánimo para seguir escribiendo su historia.
Lea mañana 'De Sinaloa para el México'.
HACEN HISTORIA
Profesores y personal de planta en 1983:
* José Rodríguez. Director.
* Carlos Ponce. Profesor de Profesional.
* Javier Del Ángel. Profesor de Preparatoria.
* Flor Santillanes. Asistente Administrativo.
* Luz María López. Asistente Administrativo.
Algunos profesores de asignatura en 1983:
* Beatriz Velazco.
* Marina Quintanilla.
* Francisco Solano.
* Rafael Morgan.
* Jorge Luis Franco.
* Manuel Clouhtier.