Gnozin Navarro
"Soy una parte de todo aquello que encontré".
Alfred Tennyson
Hael Navarro López
Querido y bien amado Hael:
Hace un año que llegaste hijo y ya empiezas a dar claros signos del tipo del carácter que se te está formando. Contigo todo el día puede ser pura risa, diversión y alegría hasta que te frustres con algo: hambre, sueño o cualquier obstáculo en tu camino hacia cualquier cosa.
Hael, desde que naciste has estado en constante movimiento y a estas alturas, cualquier día de estos, empiezas a caminar. Me sorprende la claridad con la que te das a entender y la paciencia que tienes para esperar a que uno te entienda. Tienes excelente memoria espacial y a fuerza de gateo te desplazas con equivalente soltura tanto en espacios conocidos como ignotos. Me gusta mucho observarte hijo. Disfruto la pureza y transparencia de intenciones con las que te lanzas en pos de lo que quieres. De cómo no pierdes de vista tu objetivo, de cómo no te conformas con distractores del momento ni con ofertas menores. Me gusta que tu llanto sea potente y hasta me gusta que sudes cuando haces corajes.
Tienes la capacidad de estar dando el 100 por ciento de tus fuerzas en cada movimiento y como aún no aprendes a administrar tu energía, puedes azotar profundamente dormido de un momento a otro. Me gusta también que ya sabes sonreír.
Todavía no sé muy bien si vayas a salir tan mental como tu hermana Gaía y con esa necesidad de claridad conceptual que le hace tener una exquisita memoria acerca de todo.
Verás Hael, yo no sé si hoy en día TODOS los chavos ya vienen con ciertas capacidades superiores pre-instaladas o si sólo son algunos; el caso es que tu hermana Gaía tiene ese raro don de la memoria fotográfica y un muy bonito sentido del humor. Tiene el carácter de tu mamá y de la mía. Siempre con las emociones a flor de piel. Gaía se encuentra emocionalmente integrada y conectada con cada uno de los elementos de su entorno. Siente tan bonito y le es tan grato el sentirse asombrada con cada experiencia que tiene con cada cosa, que constantemente la cacho buscando las palabras para describir su experiencia y poderla recordar al menos conceptualmente.
Gaía es tan observadora como tú Hael. Ambos, desde muy pequeños, aprendieron a fijar la mirada y yo disfruto mucho observándolos a ustedes.
Me muero de ganas de que ya empieces a hablar Hael. Espero que disfrutes conversando conmigo tanto como yo disfrutaba conversando con mi padre y como creo que Gaía disfruta de hacerlo también conmigo.
¿Sabes? el día que tu mamá y yo nos casamos yo le pedí a Dios que me mandará primero a una niña y después a un niño. Así lo pedí hijo, en ese orden. Algo me decía que para mí sería más fácil amar incondicionalmente primero a una hija que a un hijo. Así lo sentí necesario.
Creía que teniendo primero a una hija podía preparar mi corazón para amarte mejor. Quería que mis hijos (niña y niño) tuvieran experiencias de desarrollo similares a las que yo tuve durante mi infancia principalmente con mi hermana Aléteya. Entre tu tía Aléteya y yo hay tres años de diferencia. Entre Gaía y tu Hael sólo hay dos. En muchos sentidos Gaía se parece mucho a tu tía Aléteya también.
¿De por qué te digo que ya quiero platicar contigo como lo hago con Gaía? Te voy a dar un ejemplo. El otro día estábamos acostados Gaia y yo entre cuiltas y cobertores que previamente habíamos dispuesto en el piso. Yo tenía mis piernas estiradas con el talón de un pie encanjado en la pared y el otro pie cruzado por encima de él, mientras que Gaía tenia sus pies encima de mi panza. Estábamos viendo el techo, entonces Gaía baja su mirada recorriendo la pared y haciendo pausas en cada calcamonía decorativa pegada. Fijaba su mirada en una mariposa y suspiraba. Agudizaba su mirada y lanzaba otro suspiro, después se le quedaba viendo a una flor y lo mismo. Le pregunté que si qué estaba haciendo y me dijo: observando papá... y sientes bonito cuando estás viendo lo que ves hija... sí, papá... dime una cosa Gaía: observas las calcamonías y, qué pasa?
Entonces Gaía se frota el pecho en forma de círculo. ¿Sientes bonito hija?, sí papá, siento bonito, observas la flor, observas la abejita y sientes bonito?, sí, papá. Ah, ¿y por eso suspiras hija?, sí, papá y cuándo estás suspirando hija, ¿piensas cosas?, sí, papá. ¿Qué cosas piensas hija?, pienso bonito papá. ¿Piensas bonito hija?, sí, papá.
Mi teoría es que se vincula emocionalmente a cada cosa que observa y como estrategia contra la amnesia genera pensamientos acerca de su experiencia. Te vas a dar cuenta Hael. Gaía es muy observadora. Tiene muy bien ubicada cada cosa de cada rincón de la casa y cuando algo se encuentra fuera de lugar lo denuncia inmediatamente.
Tiene un claro sentido del orden y lo correcto. Hay ocasiones que te ha golpeado con dolo y en otras por accidente. Cuando lo ha hecho con alevosía no ha tenido problemas en admitir sus actos siendo que cuando te ha lastimado por accidente se avergüenza horrores. Es menos confrontativa que tú. Es franca y a la vez delicada. Ese día, estando acostados entre cuiltas y cobijas sobre el piso Gaía me preguntó: oye papá, ¿y por qué ahora estamos durmiendo en este cuarto papá?, porque se descompuso el aire acondicionado hija, ¿se le acabó la pila como al iPad papá?, algo así hija, algo así, ¿y cuándo nos vamos a ir al otro cuarto papá?, en cuanto mandemos arreglar el aire hija, ¿por qué?, nomás papá. ¿Te gusta más el otro cuarto hija?, sí, papá. ¿Te quieres ir al otro cuarto?, sí, papá. ¿No te gusta este cuarto hija?, no, papá, este cuarto no me gusta papá... ¡Ah caray! no sabía eso hija; ¿cómo está eso de que no te gusta este cuarto hija?, quiero ver la tele papá, ah, ¿este cuarto no te gusta porque aquí no tenemos tele?, sí, papá, ¿pero a poco no estás agusto aquí acostadita conmigo entre cuiltas y cobijas hija?, sí papá, ¿ahorita que venga mi mami, la podemos invitar?, sí hija, por supuesto, quieres invitarla tú y quieres que se lo diga yo, ¿quieres invitarla tú, o quieres que se lo diga yo a mamá?, tu papá. ¿Te digo un secretito hija?, sí, papá, a tu mamá le va a dar mucho gusto si la invitas a hacer nidito aquí con nosotros. Gaía se quedó calladita, sonreía y movía los ojos en todas direcciones hasta que, mejor tú dile papá, oye hija, ahorita que estuviste calladita, ¿estabas pensando?, sí, papá, ¿Qué estabas pensando Gaía?, que a mi mamá le va a dar más gusto que tú se lo digas papá.
¿Te das cuenta de que me muero de ganas de que ya empieces a hablar hijo? Y es que en este momento la única que te entiende perfectamente bien es Gaía y, a veces, sobre todo cuando tenemos prisa, le pedimos a ella que no diga lo que tú quieres decir, sí, así como tu tía Aléteya le pedía a mi nuestra madre una pelota cuando yo decía "pata-pata".
Feliz cumpleaños Hael. Gracias por existir. Con Dios y contigo. yosoy@gnozin.com