Si de pura casualidad he tenido el privilegio de ser leído en más de un par de ocasiones, ya te habrás dado cuenta que aquí se escribe de todo, y esta columna no será la excepción.
La Serie Mundial de 1981 entre los Yankees de Nueva York y los Dodgers de Los Ángeles es recordada como una de las más emocionantes y significativas en la historia del beisbol. Esta serie tuvo lugar después de una temporada atípica marcada por una huelga de jugadores, lo que resultó en una pausa prolongada durante el verano y la reestructuración del formato de los playoffs. A pesar de las dificultades de la temporada, la Serie Mundial brindó una rivalidad icónica entre dos de los equipos más emblemáticos del deporte.
La serie fue una revancha de las finales de 1977 y 1978, cuando los Yankees habían derrotado a los Dodgers en ambas ocasiones. Sin embargo, en 1981, la historia sería diferente.
Los Yankees comenzaron fuertes, ganando los dos primeros juegos en el Yankee Stadium, liderados por una gran actuación de sus lanzadores. Pero cuando la serie se trasladó a Los Ángeles, los Dodgers encontraron su ritmo y lograron ganar los siguientes tres partidos consecutivos, impulsados por sólidas actuaciones ofensivas y un bullpen efectivo.
En el Juego 3, Fernando Valenzuela lanzó una joya, aunque permitió nueve hits y cuatro carreras limpias, logrando una victoria crucial para los Dodgers. Valenzuela, en su temporada de novato, se convirtió en un héroe al ganar ese partido, a pesar de algunas dificultades durante el juego.
Para los aficionados, esta Serie Mundial sigue siendo un hito, no sólo por el nivel de talento en ambos equipos, sino también por el contexto histórico de la temporada interrumpida y el impacto cultural que Fernando Valenzuela tuvo en el beisbol y en la comunidad latina en los Estados Unidos.
Y aunque en mi casa le vamos a los Yankees, lo de Fernando fue especial para México. Las entradas al estadio aumentaron en un 17 por ciento durante la Fernandomanía, las audiencias particularmente mexicanas y latinas, en EEUU y México reportaron incrementos significativos en los partidos de beisbol y el número de mexicanos jugando en ligas mayores (EEUU) tuvo también un repunte significativo. Eventualmente, los medios mexicanos se interesaron por transmitir los partidos de Grandes Ligas, y especialmente los de los Dodgers y empezó a competir en atención mediática con el futbol. Marcas nacionales invitaron a Fernando a sus campañas y la visibilidad del beisbol en la cultura popular aumentó de manera significativa. Y finalmente, el número de jóvenes con ganas de practicar beisbol aumentó exponencialmente.
Uso este ejemplo sólo para traer a colación cómo las narrativas (las historias) que nos contamos son importantes. Una sola historia de éxito, empujó todo un deporte a nivel nacional y por supuesto no me gustaría que pensáramos que la conclusión es que todo el beisbol mexicano como lo conocemos hoy se lo debemos a Fernando Valenzuela, pero sí el poder que tuvo este ejemplo cuando permeó en la cultura popular.
Nada escapa de la cultura, aquello que escuchamos, leemos y vemos, aquello que usamos o construimos, todo está conectado a lo que culturalmente sembramos y cosechamos. Anhelamos en nuestro estado una Cultura de Paz, pero ¿cómo? Un cambio de cultura es posible y uno estructural también, pero sólo va a suceder en la medida que estemos convencidos de que esas son las historias no sólo que queremos contar, sino también que queremos vivir.
Maquío decía que había tres formas de comprometerse, “con tiempo, con dinero, o con tiempo y dinero”, y los cambios requieren compromiso, desearlos no son suficientes.
¿Qué historias me quiero contar?
Gracias por leer hasta aquí. Nos leemos pronto.
Es cuánto.
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@isaacarangureconacentoenlae