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@rodolfodiazf
Una vez que terminen las recomendaciones pertinentes sobre el aislamiento y la sana distancia podremos salir de nuestro confinamiento, pero ya nada será igual.
Sin embargo, este resultado puede ser interpretado de manera positiva o negativa. Recordemos que siempre habrá alguien que vea el vaso medio vacío o medio lleno.
Algunos catastrofistas dirán que todas las consecuencias serán funestas: la economía cayó en un profundo hoyo, muchos negocios no sobrevivirán y aumentará la pobreza; el empleo formal e informal se derrumbó estrepitosamente; el nivel educativo no se pudo sostener porque la mayoría de los alumnos no tienen acceso a internet o a computadora, además de que no todos los maestros están suficientemente calificados para utilizar las nuevas herramientas tecnológicas.
Entre estas voces se encuentra la del sociólogo Jeremy Rifkin, quien ha alertado sobre el cambio climático y el deterioro del suelo. En una entrevista expresó: “Ya nada volverá a ser normal. Esta es una llamada de alarma en todo el planeta. Lo que toca ahora es construir las infraestructuras que nos permitan vivir de una manera distinta. Debemos asumir que estamos en una nueva era. Si no lo hacemos, habrá más pandemias y desastres naturales. Estamos ante la amenaza de una extinción”.
Empero, aún conserva la esperanza, como señaló en su libro La civilización empática, en el que insistió en el profundo autoconocimiento para reforzar la solidaridad: “Sin un concepto desarrollado de la propia identidad, la expresión empática sería imposible”.
Las mentes positivas consideran benéfico que ya nada vuelva a ser igual, porque deberá cambiar el sistema individualista, las relaciones, expresiones y caricias recuperarán mayor contenido y significado, se revalorarán los juegos y actividades al aire libre, además de que se transformarán radicalmente los ambientes laboral y educativo.
¿Vivo un cambio esperanzador?