El sino del escorpión se ha mantenido atento al desarrollo de la teleserie brasileña de HBO Pico de Neblina, una indagación en ficción televisiva sobre la legalización de la mariguana en la ciudad de San Pablo (Sao Paolo, en portugués), un producción de la cual el alacrán se declara abierto admirador, tanto por sus valores de producción y estupenda realización como por abordar temas vigentes y polémicos respecto al consumo lúdico y recreativo de la mariguana, y de ahí alentar la reflexión sobre “la guerra contra las drogas” impuesta por Estados Unidos desde los años setenta y cuyo costo en vidas humanas para México ha sido inconmensurable y dolorosa.
La serie, dirigida entre otros reconocidos cineastas por Fernando Meirelles (Ciudad de dios, Ensayo sobre la ceguera, El jardinero fiel), pasa revista a las consecuencias de la legalización del cannabis, desde la pérdida de ingresos para los productores y distribuidores, hasta las violentas resistencias de los dueños del narco-negocio y sus intentos por controlar el nuevo mercado abierto, pero también se revela la resistencia policiaca y de políticos ante la imposibilidad de continuar como aliados de las bandas criminales y mantener la extorsión a criminales y consumidores. Por si fuera poco, la serie es un repaso documentado y lúdico por los procesos de siembra y producción de plantas mejoradas tanto para fines médicos como de recreación: pura psicodelia.
El alacrán trae el tema a la mesa (como dicen los periodistas de lujo), porque en México seguimos atorados legislativamente en el tema de la legalización de la mariguana, tanto para fines médicos -cuyo uso se limita y restringe con métodos burocráticos-, como para fines lúdicos y recreativos, consumo para el cual se mantiene la persecución legaloide a pesar de la resolución de la Suprema Corte de Justicia del 28 de junio de 2021, que declara inconstitucionales varios artículos de la Ley de Salud donde se prohíbe el uso recreativo de la mariguana, porque dicha restricción “afecta el libre desarrollo de la personalidad de los individuos”, según expertos, legisladores, jueces y usuarios.
Como es sabido, esta resolución fue forzada por la inacción de los legisladores en el Congreso y su reticencia a legislar sobre el tema desde el ya lejano 2015, cuando la Corte resolvió un histórico amparo y se pronunció por primera vez a favor de la inconstitucionalidad de la prohibición del consumo lúdico o recreativo del cannabis y el THC (tetrahidro-cannabidiol) la sustancia psicoactiva de la planta, diferente del CBD (cannabidiol), cuyo uso con fines médicos se aprobó desde 2017.
Si bien la declaración dio un respiro (para un jalón a la bacha) en el camino de continuar impulsando la regulación del consumo, de ninguna manera representa una política pública ni regula en definitiva el uso lúdico del cannabis, pues remite esas responsabilidades al Congreso, a la Secretaría de Salud y a la Cofepris, encargada de trazar los lineamientos para el uso recreativo, la siembra, cultivo y posesión de la planta.
No debemos olvidar, insiste el venenoso, el origen estadounidense de la “guerra contra las drogas”, declarada por la administración de Richard Nixon desde 1973, en la cual, se sabe, países como México y Colombia han puesto más de un millón de muertos mientras los gringos siguen pachequeando tranquilos. Hoy, muchos estados de la llamada Unión Americana comercializan legalmente la mariguana y obtienen generosas ganancias por ello, mientras en nuestro país los soldados queman plantíos y se persigue a productores y consumidores.
El investigador Carlos A. Pérez Ricart, autor del libro Cien años de espías y drogas: La historia de los agentes antinarcóticos de Estados Unidos en México, lo expresó así en entrevista reciente con Alejandro Páez Varela: “Mientras en Tijuana el consumidor es perseguido por fumar mariguana, al cruzar la frontera, apenas unos metros, en Chulavista o San Diego, la planta se puede comprar en tiendas especializadas”. En esa misma entrevista se analizaban las declaraciones del nuevo Presidente de Colombia, Gustavo Petro, subrayando la necesidad de modificar en definitiva esa política de “guerra contra las drogas”, cuyas dinámicas sólo generan más muerte y violencia.
Urgen entonces nuevas formas de enfrentar el fenómeno multifactorial del narcotráfico, una industria ahora diversificada y multiplicada en actos criminales que van del secuestro, la extorsión y el cobro del derecho de piso, al huachicoleo, el lavado de dinero y los ciberdelitos bancarios. Una de esas formas debe ser el profundizar en las vías de legalización o regulación de varias drogas, aun contra los temores de las “buenas conciencias” y los políticos convenencieros. Podemos incluso conceder una modificación de la política antinarco en el dicho de “abrazos no balazos”, pero esto no ha sido ni será suficiente, pues aún no acabamos de salir de la “guerra contra las drogas” reforzada de manera sangrienta por el calderonato.
Y mientras tanto, como escribió Paz: “en lo alto de la pirámide, los muchachos fuman mariguana”.