Y el Verbo se hizo carne...

28/12/2024 04:02
    La oración del Ángelus sintetiza el episodio del encuentro del ángel Gabriel con María: ‘El ángel del Señor anunció a María que concebiría por obra del Espíritu Santo...’ y María, que ‘no conocía varón’, expuso ‘Hágase en mí según tu palabra’, gracias a cuya aceptación de María, llegaría la salvación de toda la humanidad pues ‘el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros’.

    “Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”, reza la oración del Ángelus, en referencia al formidable misterio de todo un Dios que descendió a la insignificancia de la humanidad, de quien por cierto, todo lo que de Él se sabe es lo escrito en los Evangelios, pues Jesús, el Mesías, el Salvador, nació y vivió durante sus primeros treinta años como un desconocido y hasta ahora, históricamente es bien poco lo que se menciona de su existencia. El sacerdote Jesuita, Juan Manuel García de Alba relata que “Jesús era hijo de un artesano de nombre José y de una mujer sencilla del pueblo de Israel llamada María...”. Jesús “pasó inadvertido muchos años y al fin de su vida se presentó en público anunciando el reino de Dios...”; por allá en el año 90 D.C., el historiador hebreo Flavio Josefo hace mención de “la lapidación de Santiago, ‘el hermano de Jesús’” llamado “el Cristo” y eso es todo. Así pues, la fuente principal de información son los Evangelios que no contienen “una información estrictamente histórica sobre Jesús...”.

    El Padre Ignacio Larrañaga en su libro El Pobre de Nazaret señala que Cristo “... fue un exiliado de la historia... todo está envuelto en la niebla, sometido a la discusión y a la duda”; “resulta chocante, casi increíble, el silencio que guarda el historiador judío Flavio Josefo sobre Jesús y en cambio dedica largas páginas a Juan Bautista y otras figuras desconocidas; durante 30 años Jesús, Dios, se ocultó en Nazaret y cuando emerge a su vida pública toma completamente por sorpresa a sus paisanos, incluso a sus parientes”; ese silencio sobre la vida de Jesús fue seguramente su designio, parte de su Plan de Salvación.

    La oración del Ángelus sintetiza el episodio del encuentro del ángel Gabriel con María: “El ángel del Señor anunció a María que concebiría por obra del Espíritu Santo...” y María, que “no conocía varón”, expuso “Hágase en mí según tu palabra”, gracias a cuya aceptación de María, llegaría la salvación de toda la humanidad pues “el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”. Con su decisión María corrió todos los riesgos, como virgen y como esposa; bastaba la acusación del esposo para que la mujer considerada adúltera muriera apedreada públicamente.

    La encarnación y el nacimiento de Jesús, los narra con agilidad y sencillez el sacerdote y escritor José Luis Martín Descalzo en su libro Vida y Misterio de Jesús de Nazaret: la aparición del ángel, la decisión de María aceptando la presencia y el mensaje del ángel y la aceptación de un sueño por José su esposo. Y todavía habría más misterios y “coincidencias” pues María se enteró que Isabel, su prima, estéril y de avanzada edad, había concebido un hijo con su esposo Zacarías, también anciano, quien ya dudaba de la bendición de Dios, pero en esa semana “le tocó el sorteo de ofrecer el sacrificio” como sacerdote, cuando se le apareció un ángel anunciándole que tendría un hijo, lo que Zacarías no creyó, razón por la cual enmudeció como castigo y sólo hasta que le puso por nombre Juan a su hijo, recuperó el habla; así nació Juan el Bautista, el precursor de Jesús, el Hijo de Dios.

    Cuando llega María a casa de Isabel su prima, ésta la recibe con proféticas palabras: “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre”, a pesar de que Isabel desconocía que María estaba “en cinta”, otro misterio que da inicio a la oración: “Dios te salve María...”.

    Cuando desde Roma llegó la orden de realizar un censo, José y María con embarazo ya muy avanzado, tuvieron que desplazarse a Belén, un recorrido de 150 kilómetros a pie, en varias jornadas, que debieron ser eternas para María, por lo que tuvieron que buscar alojamiento en alguna posada, en donde no había ya lugar, por lo que buscaron en las colinas una cueva y “estando ahí se cumplieron los días de su parto”. María sola en su lecho, cuando llamó a José, éste encontró a su hijo ya nacido y, como dice Martín Descalzo, citando al catecismo, “el hijo había salido de ella como el rayo de sol pasa por un cristal, sin romperlo ni mancharlo”.

    El P. Martín Descalzo menciona con asombro: “¿Aquel bebé sería quien salvara al mundo?”, “¿Un Dios Todopoderoso en un niño desvalido?”, “¿Un bebé que no sabía hablar sería la Palabra de Dios?”, “¿El Mesías que sería el camino, sería ese niño que no sabía andar?”, “La verdad omnisciente en una criatura que no sabía encontrar el seno de su madre para mamar”. Era el creador del sol, pero tiritaba de frío...

    María no entendía nada, pero creía y sólo tenía ojos para su hijo, el Mesías, el Salvador, el Dios nacido de mujer.

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