@DiegoPetersen
SinEmbargo.MX
Tarde o temprano el Gobierno federal tenía que ir por Ovidio Guzmán. Tras el fallido operativo del “culiacanazo”, el mensaje debía ser contundente: el Estado mexicano es más fuerte que cualquier grupo de la delincuencia organizada.
No fue con abrazos, fue con balazos, muchos, bien planeados, pero no por ello exento de riesgos. Hubo daños colaterales, un policía muerto, varios heridos, autos incendiados, un avión baleado y comercios dañados. Pudo ser peor. La misma noche en Ciudad Juárez en la persecución a “El Neto”, el sanguinario líder de Los Mexicles que se fugó del penal, fue abatido a tiros mientras huía. Las dos ciudades fueron ayer un infierno.
El año comenzó, pues, a balazos y con un punto a favor del gobierno lopezobradorista. Claramente se trata de un cambio de estrategia. Aquello de no detener capos y atacar el problema de raíz en la práctica dejó de existir. Fue por presión, interna y externa; para halagar a Biden o para demostrar que sí combaten el tráfico de fentanilo que tanto preocupa a Estados Unidos y Canadá; fue porque convencieron a López Obrador de que había que ir por las cabezas o fue porque en este momento al Presidente le convenía políticamente dar un golpe.
“Haiga sido como haiga sido”, lo cierto es que se acabaron los abrazos.
La gran pregunta es qué sigue en esta nueva estrategia. Si solo se queda en las grandes detenciones para entregar a los capos como ofrenda a la justicia estadunidense, López Obrador terminará haciendo exactamente lo mismo que hicieron Calderón y Peña Nieto. Detener capos, lo ha dicho el mismo Presidente una y otra vez, solo provocará que grupos de crimen organizado se reacomoden. A balazos, que es el único lenguaje en que se dialoga en el crimen organizado, se definirán los liderazgos, habrá escisiones, nuevos grupos con nuevos nombres, y el problema seguirá idéntico sino es que un tanto peor.
Si realmente hay una estrategia de seguridad distinta en este gobierno lo veremos en las próximas semanas. Si tras la detención de Ovidio Guzmán van tras la estructura completa; si no solo persiguen a los capos y los narcos en la calle, sino a las redes de operación dentro del Gobierno federal y los estatales; si vemos detenciones dentro de las fiscalías y del Poder Judicial; si el ataque se hace simultáneamente desde la Unidad de Inteligencia Financiera a los operadores de lavado de dinero y desde las Fuerzas Armadas a los grupos de choque, entonces podemos decir que sí hay una política distinta de combate al crimen organizado.
Ayer murió oficialmente la política de abrazos y comenzó la de los balazos. Ya veremos si también la de la inteligencia.