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"OBSERVATORIO"

"Y al despertar, el crimen sigue aquí"

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OBSERVATORIO

    Minatitlán y la quimera del perdón
     
     
     
    Fue en Viernes Santo. Ese 19 de abril cuando las armas volvieron a expresarse con el código del fuego rociado contra mujeres, niños y ancianos, como el grito rebelde de los sicarios de cara al llamado del gobierno a que se civilicen y depongan las armas para transitar a la idílica época de la armonía. La primavera del “abrazos, no balazos” había llegado a su fin.
    Con la masacre en Minatitlán, Veracruz, el crimen organizado le recordó de la manera más cruel posible al gobierno de Andrés Manuel López Obrador cuál es la realidad violenta de México, la que se burla del “yo tengo otras cifras” o el  “ya no hay guerra contra el narcotráfico”. La brutalidad de la delincuencia vertebrada sigue aquí, en la era de la Cuarta Transformación.
    Nunca se pensó que fuera de otra manera. Solo que los criminales esperaban a que cayera por el peso del plomo la entelequia de la misericordia obsequiada a ellos por el naciente régimen para dar su versión, a sangre fría, del tipo de nación que insisten en construir, regida por la muerte y la desobediencia a la ley.
    Y si hubiera en esta coyuntura el milagro de Semana Mayor ojalá sea el prodigio de repensar el programa federal de seguridad pública, sin hundirnos más en el pantano del empalagamiento que nos hace esperar de un Mesías de carne y hueso el portento de limpiar la sangre con solo una oración que abusa de la esperanza social.
    Es comprensible la táctica distinta a la de Felipe Calderón, y sus 121 mil muertos, o de Enrique Peña Nieto y los 134 mil homicidios dolosos, sin embargo, lo cuestionable es que en vez de usar toda la fuerza del Estado contra la delincuencia se le ofrezcan a esta condiciones de excepción a todas luces erróneas.
    Para combatir el delito debe partirse del elemental acto de justicia. A casi cinco meses de iniciado el sexenio de López Obrador existen las suficientes evidencias de violencia para virar la estrategia a más investigación, sanción y firmeza institucional contra grupos criminales que constituyen amenaza nacional. Una sola prueba es suficiente: el primer trimestre de 2019 está registrado como el más violento, superando con 8.9 por ciento más víctimas que el de enero-marzo de 2018 que evidenció al entonces Presidente Peña batiendo todos los récords.
    Para completar el desánimo, otro hecho reventó como pompa de jabón la posibilidad de que el narcotráfico esté entendiendo y atendiendo la intención amigable de AMLO: desde Guanajuato, la región más letal hoy por la violencia, el cártel de Santa Rosa de Lima amenazó al Presidente debido a la presencia de militares, combate al huachicoleo, secuestro y extorsión.
    De ahí emana la advertencia para todo el País, de no confiar en que el despliegue militar a los estados sea la panacea de la pacificación. Sinaloa debe descifrar  el contrasermón que el hampa labra con balas: el crimen se agazapa detrás del discurso presidencial de paz, reconciliación, amnistía y perdón y reedita el salvajismo que no cede frente a la propuesta de la concordia.
    Veamos qué dice López Obrador en la conferencia de prensa de hoy lunes. Si persiste en la táctica de que el Estado debe poner la otra mejilla, el efecto Minatitlán adquirirá extraordinaria gravedad; en caso de aceptar los yerros y encaminar la estrategia alterna, entonces se extenderá la fe ciudadana depositada en él más allá de la confianza que haya tenido Presidente alguno.
    Vale al menos un “y ahora qué hacemos”. Tal vez ahí esté la respuesta requerida a través del reencuentro con los mexicanos, sin traumas políticos que apartan a unos de otros. Con los chairos y los fifís. Para hacerle frente a la delincuencia que al despertar el sábado de gloria seguía aquí, entre nosotros, primero es urgente rehacer la cohesión nacional.
    Por lo pronto, la noche del Viernes Santo puso a temblar a todo México. Mientras la comunidad católica recordaba la crucifixión de Cristo, una célula criminal escenificaba el primer desafío a la estrategia de seguridad pública del Presidente López Obrador, lanzando la ráfaga contra una madre y su bebé, y once personas más, para que a nadie le quede duda de la bárbara continuación del drama mexicano.
     
    Reverso
    Se demuestra en Minatitlán,
    Con la sangre de tanta gente,
    Que el narco sí tiene un plan,
    Contrario al del Presidente.
     
    Sin bajar la guardia
    La reducción de homicidios dolosos en Sinaloa, que sí es real, debe atenderse con la prudencia necesaria y continuar con los operativos de vigilancia  y abatimiento de la impunidad como si estuviéramos en situación de emergencia, que en realidad sí lo estamos, así fuera solo un asesinato al mes. De momento, todo indica que al teniente coronel Cristóbal Castañeda Camarillo, Secretario de Seguridad Pública, le están saliendo las cosas bien y a esto, en vez de aplaudirle, le resultaría más útil preguntar cómo apoyarlo para que le salgan mejor.