¿Quieren los partidos de Oposición realmente cambiar al País o solo pretenden sacar a Morena para ponerse ellos? ¿Quieren ganar la elección presidencial o su interés se reduce a elevar la taquilla electoral que les da más presupuesto y pluris?
El nombre del juego se llama credibilidad, credibilidad que los partidos del frente opositor han perdido ante la sociedad mexicana y que hoy deberían empeñarse en recuperar con congruencia, mandando los mensajes correctos a los electores tanto en discurso como en acciones.
A principios de septiembre de 2022 me reuní con Marko Cortes, presidente nacional del PAN, se le percibía desesperado por tener “candidato presidencial” ya que entonces sonaba Colosio por Movimiento Ciudadano. Habíamos sido compañeros diputados en la LXIII legislatura federal y nunca le interesó qué pensaba yo y ahora venía a alimentarme el ego.
Le recordé que existe una carta del CEN del PAN fechada el 17 de diciembre de 2011, firmada por Cecilia Romero, que dice que yo no podía ser precandidato del PAN a la Senaduría en 2012, “por que le causo mala imagen al partido.”
Le dije que el sociólogo colombiano Leonel Narváez señala que puede existir perdón sin reconciliación, pero no podrá existir reconciliación sin perdón. Ratifiqué que el PAN es el partido con el que tengo afinidad ideológica por lo que yo no podría ser candidato del PRI, ya que el PRI representa la antítesis de todo lo que yo creo. El PRI es la escuela de la corrupción, del fraude electoral y del abuso del poder.
Además, no estoy de acuerdo en la alianza, ya que se está limitando a una alianza electoral y no existe proyecto de país, ni de gobierno, ni agenda legislativa: “los partidos de la alianza deben decirle con honestidad a la sociedad en qué sí están de acuerdo y en qué no”. En México no existirá un autentico cambio mientras no se emprenda una verdadera cruzada contra la corrupción y el PRI debe estar de acuerdo.
Si la Oposición pretende reconciliarse con los mexicanos, debe pedirles perdón por haberles fallado y comprometerse a no fallarles más; de ahí la importancia de la lucha anticorrupción.
En aquella comida le contesté a Marko que no sería candidato de nada en 2024 ya que yo estaba retirado de la política electoral desde 2019. Así mismo “si te digo que sí y acepto pre candidatearme a la Presidencia se resuelve tu problema y comienza el mío”, concluí.
A mediados de junio de este año irrumpe Xóchitl Gálvez en la escena electoral como aspirante presidencial por el frente amplio opositor y hoy es ya precandidata de dicha alianza que se enfrenta a la candidata de López Obrador.
Xóchitl tiene verdaderas posibilidades de ganar si ella, su equipo y los partidos que la respaldan hacen la tarea, y por supuesto la ciudadanía tendría que asumir su responsabilidad que le corresponde en toda democracia: votar para premiar o castigar al partido gobernante y elegir un perfil responsable para construir el México que merecemos.
El oficialismo pretende vender la idea de que la diferencia de preferencias electorales de arranque es tal que Xóchitl no tiene posibilidades de triunfo, pero ¡esto es mentira! Basta recordar que así, desde abajo, empezó Maquío en 1988, y así lo hizo también Fox en el año 2000 por la Presidencia de la República y ahí está la historia, los candidatos oficiales solo caían mientras la Oposición crecía. Ambos fueron candidatos a finales de noviembre.
Si fuera como Morena dice, AMLO no estaría tan preocupado y ocupado de la elección y de Xóchitl.