Nos hemos acostumbrado a mirar apenas por encima de nuestras narices. Después de un periodo histórico de más de tres décadas donde la globalización, la apertura democrática y los acontecimientos internacionales marcaron el rumbo de la discusión pública, en los últimos años la razón ciudadana se ha ensimismado en la cuestión nacional, como si su destino no estuviera irremediablemente ligado a los retos más apremiantes que enfrenta el mundo.
No es un asunto de intelectualidad burguesa, como piensan en Morena. La pobreza, la marginación, las desigualdades, la violencia, el deterioro de los recursos, y muchos otros problemas que azotan a nuestro País, están ligados a la forma en la que se estructura el mundo, por lo que sus soluciones pasan por la participación de México en las instituciones multilaterales que hacen posible la cooperación internacional.
Con esa visión cosmopolita, en 2002 se formó la Facultad de Estudios Internacionales y Políticas Públicas, de la UAS, con la intención de discutir y transformar el papel de Sinaloa en el mundo global. Guillermo Ibarra, líder fundador de esa escuela, y uno de sus académicos más notables, se jubiló este miércoles 28 de mayo con un homenaje entre alumnos, amigos y colegas por sus 48 años de trayectoria en la Universidad Autónoma de Sinaloa.
Y en su despedida, como si todavía no se quisiera ir, porque en realidad le queda mucho por contribuir, brindó a los presentes una reflexión que vale la pena reproducir alíenos algunos fragmentos, para dejar constancia del momento que vivimos, que Ibarra percibe de manera retadora.
“Vivimos en el mundo una era de crisis descivilizatoria y desglobalización que rompe los paradigmas políticos, tecnológicos y organizativos. El neoliberalismo que fue triunfante en el globo en los 800 y luego se convirtió en normativo, está hoy en una etapa predatoria, revanchista, que ahonda las desigualdades y las múltiples formas de pobreza y expulsión. Además, se retraen los flujos internacionales de IED, de comercio y se afloja el multilateralismo cosmopolita.
“Frente a ello, se torna necesaria una nueva re-globalización más incluyente y que lleve justicia social a los grupos y países que la actual globalización marginó, en todas las geografías. Esta re-globalización se torna conflictiva porque en estas décadas enfrentamos el desafío de los fundamentalismos, los populismos de izquierda y derecha, que cuestionan el orden liberal internacional y dentro de los países.
“Desde hace dos décadas en la mayoría de las democracias occidentales han ganado terreno en el campo electoral partidos de derecha e izquierda que portan valores nacionalistas y populistas. Son los descontentos con la globalización y el orden liberal, enemigos de la democracia que usan para llegar al poder.
“Los populismos reflejan un profundo cinismo y resentimiento hacia las autoridades y poderes existentes, ya sean grandes empresas, la banca, corporaciones multinacionales, expertos en medios, funcionarios públicos, élites intelectuales científicos, y los ricos y clase media privilegiada. Muestra esta población tendencias autoritarias favoreciendo el poder personal ejercido por un liderazgo fuerte y carismático que se cree refleja la voluntad del pueblo.
“Los populistas prefieren las formas directas de democracia mayoritaria para expresar la voz del pueblo, a través de encuestas de opinión, referéndum, plebiscitos, en lugar de los controles y contrapesos institucionales y la protección de los derechos de las minorías en los procesos de democracia representativa. Asumen al pueblo como un todo homogéneo, alimentando nacionalismos, monoculturalismo alejándose del multiculturalsmo.
“En este marco debemos entender las propuestas de elegir a los magistrados de la Suprema Corte por medio de elecciones, los ataques contra los organismos autónomos en México y a los medios de comunicación, la cancelación del diálogo del poder con las oposiciones.
“Frente a esos nacionalismos se tiene el cosmopolitismo que está perdiendo terreno en temas como: valores de apertura, multiculturalismo, estilos de vida inclusivo, representativos, democracia, protección de las minorías, tolerancia, diversidad política e intelectual, favorecimiento de los avances científicos y el racionalismo, a la gobernanza pluralista y cooperación internacional, apoyo a mujeres, minorías, roles de género, protección ambiental y valores más seculares que religiosos.
“El populismo en política es un fabricador de discursos para apelar al cambio en el sentido común de la gente. La crítica a los organismos del orden internacional y a las instituciones que hacen contrapesos al Poder Ejecutivo en los países, no se realiza en términos de desempeño o pertinencia, sino con base en la representatividad, acusándolas que representan a élites y no al pueblo, el cual es mejor representado por el líder carismático.
“En la desglobalización actual, de nuevo, en aras de mantener al sistema económico y financiero la economía de mercado, se está sacrificando lo mejor de los estados democráticos constitucionales.
“Los partidos de derecha e izquierda nacionalistas y populistas están en todas partes, en América Latina, Nicaragua, Venezuela, Bolivia, Argentina, Ecuador, pero también en Europa, el Partido Popular Suizo, Partido de la libertad en Austria, Aurora Dorada en Grecia, Partido Popular Danés, Liga Norte en Italia, el Frente Nacional en Francia, y Morena en México es una versión de izquierda. El Partido Republicano de Trump es uno de los más combativos. AMLO termina su gestión pareciendo en algunas de sus estrategias de control a Narenda Modi en la India, Viktor Orban en Hungría, Erdogan en Turquía, Putin en Rusia, Gioegia Maloni en Italia, y un poco a Trump”.
En sus últimos años como universitario, Guillermo Ibarra fue duramente criticado por sus coetáneos y antiguos camaradas del Partido Comunista, por su vuelco crítico a la izquierda de López Obrador, sin embargo, cuando se analiza bien su pensamiento, se puede advertir claramente que su intención es dilucidar la historia fuera de toda ideología y pragmatismo.
Feliz retiro, Memo Ibarra.