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@rodolfodiazf
Es fundamental ser conscientes de quiénes somos, qué queremos y a dónde vamos. Empero, no siempre es tarea sencilla porque nos perdemos en multitud de actividades, o nos desparramamos en el exterior apegándonos a personas, bienes o cosas.
El divino Maestro sabía bien quién era, aunque teológicamente se reconoce que fue creciendo paulatinamente en ese autoconocimiento debido a que compartió auténticamente nuestra humanidad.
Sin embargo, no le bastaba saber quién era él, le interesaban los comentarios de la gente acerca de su persona y, sobre todo, lo qué comentaban sus propios discípulos; por eso, les preguntó quién decía la gente que era él, recibiendo respuestas muy variadas; y, posteriormente, cuál era la opinión de ellos. Cuando Simón Pedro contestó de manera acertada (Mt 16,16), Jesús le dijo quién era también él y por qué razón lo llamó y eligió.
De igual forma, un maestro de la sabiduría oriental instruyó a sus discípulos para que volvieran sobre sí mismos. No obstante, el método empleado por este mentor fue diferente. Cuando uno de los alumnos insistía en que le dijera quién era él, el maestro le dio sonora bofetada. El discípulo se sintió agredido y confundido, por lo que huyó buscando otro mentor.
Al confiarle al nuevo maestro el proceder del antiguo gurú, éste le dijo al discípulo que él no le propinaría una bofetada, puesto que también se haría daño en la mano, sino que utilizaría un bastón.
El aterrado discípulo retornó con su antiguo maestro, quien le indicó que la bofetada era necesaria para hacerle volver en sí, al igual que se hace con una persona que se está ahogando y, desesperada, no permite que le ayuden, por lo que se hace necesario abofetearla para que reaccione.
¿Vuelvo a mi ser? ¿Necesito una bofetada?