A punto de que se cumpla un año del cierre de las escuelas en nuestro país, es necesario reflexionar sobre las consecuencias con una perspectiva de género. Es decir, traer a la conversación y visibilizar dinámicas que han afectado de manera particular y/o con mayor magnitud a niñas y mujeres, ya que se encuentran en contextos que las hacen vivir la pandemia de forma diferente. Me refiero a cuestiones como constituir el mayor porcentaje de población de la tercera edad, mayor probabilidad de vivir solas, menor acceso a internet, constituir la mayoría del porcentaje de población en situación de pobreza y estereotipos y concepciones culturales que derivan en discriminación por razones de género.
Estos factores han provocado que mujeres y niñas vivan dentro del confinamiento situaciones que las ponen en suma vulnerabilidad, que además han coartado su trayecto educativo y han desembocado en otras condiciones de desigualdad de género. En primer lugar, están los contextos de violencia a los que muchas se enfrentan, los reportes por violencia han aumentado y los apoyos para programas que resuelvan esta situación han disminuido. Para muchas, esto significa vivir en ambientes que no les permitan concentrarse en su rendimiento escolar, ya que no tienen un espacio seguro donde aprender.
Además de esto, la pandemia ha representado el aumento de las tareas domésticas y de cuidados no remuneradas, cuestión que ha recaído en las mujeres, ya que los estereotipos de género las hacen responsables de dichas tareas. Esto ha derivado en situaciones como madres de familia haciéndose cargo del cuidado y la educación de sus hijos, madres docentes que deben cumplir con sus responsabilidades laborales y domésticas al mismo tiempo, y niñas y jóvenes que además de tener que cumplir con sus obligaciones escolares, cuestión en la que deberían concentrarse, deben ayudar en las labores del hogar, afectando su rendimiento escolar.
Este tipo de situaciones puede desembocar en niñas y jóvenes abandonando su trayecto educativo, lo que tiene consecuencias graves. Como ejemplo, con motivo del 8M, la Unicef ha destacado que el número de matrimonios infantiles aumentará exponencialmente a causa de factores como el cierre de las escuelas. De igual manera, un trayecto educativo incompleto aumenta el riesgo de caer en situación de pobreza o pobreza extrema, población de la cual las mujeres son mayoría a nivel mundial.
Por ello, es crucial y urgente que las niñas y jóvenes puedan regresar a las escuelas. Las escuelas pueden representar un lugar seguro para aquellas que se encuentran en contexto de marginación y situaciones de violencia, al tener la oportunidad de identificar la situación y recibir ayuda. Aunado a esto, dentro de las escuelas encuentran un ambiente que les permite enfocarse en el aprendizaje, libre de estereotipos de género que las obligan a fungir con responsabilidades como labores domésticas y tareas de cuidados.
Un trayecto educativo completo siempre será la herramienta más eficiente para disminuir la brecha de desigualdad y la discriminación de género. Hoy, más que nunca, necesitamos de estrategias que pugnen por el regreso de niñas, jóvenes y mujeres a los espacios educativos, mismos que deben ser seguros y garantizar que ellas puedan ejercer su derecho a aprender y a participar en su propia trayectoria educativa y, a su vez, exigir la garantía de todos sus derechos humanos. Más niñas y jóvenes en la escuela, más niñas y jóvenes libres y seguras.