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En la Universidad Autónoma de Sinaloa, la pluralidad debe ser la característica predominante en las voces que resuenan en su interior. Dado que la universidad está compuesta por individuos con distintos deseos, aspiraciones y sueños, es natural que se manifieste una diversidad de ideas, objetivos y metas. Los estudiantes universitarios son piezas fundamentales en este ecosistema; sus voces no solo deben ser escuchadas, sino también amplificadas para que resuenen a lo largo de nuestra institución y trasciendan sus muros. Como docentes, nuestro papel es nutrir y fortalecer estas voces compartiendo nuestra experiencia, conocimiento y pensamiento crítico, para contribuir a que sus voces no solo se escuchen, sino que tengan un impacto más allá de los confines de la institución. Dentro de nuestra comunidad académica, las voces que emergen buscando cambios, aunque motivadas por distintos intereses, convergen en la urgente necesidad de reformar la Ley Orgánica de la UAS. Esto permitirá avanzar en la democratización de nuestra institución.
Para fortalecer el carácter plural, democrático, incluyente y participativo de la UAS, es indispensable realizar una reforma a su Ley Orgánica. Esta reforma no es solo necesaria, sino absolutamente vital para permitir que la comunidad universitaria participe de manera activa y democrática en la toma de decisiones. La capacidad de elegir representantes de manera democrática, libre e informada es fundamental para todos los miembros de la comunidad universitaria, incluyendo estudiantes y académicos.
En la actualidad, se están discutiendo más de 30 propuestas de reforma a la Ley Orgánica de la UAS en el Congreso del Estado. Sin embargo, es importante que la comunidad universitaria participe activamente en este proceso a través de una consulta abierta. La modificación de la ley orgánica debe sentar bases sostenibles para la democracia universitaria y la más amplia libertad de cátedra, asimismo deberá adaptarse a las realidades contemporáneas, que distan mucho de las condiciones que prevalecían hace poco menos dos décadas cuando se llevó a cabo su última modificación. La comunidad universitaria enfrenta desafíos y realidades únicas en el presente que hacen imprescindible una actualización legislativa que acompañe el progreso y desarrollo de nuestro centro educativo.
Los estudiantes universitarios han enarbolado las voces de reforma de nuestra institución. Históricamente, han sido el motor de transformaciones en la universidad, y en esta etapa no es la excepción. Con firmeza y claridad, reclaman que es hora de pasar de las palabras a la acción. Nos encontramos ante el despertar de una comunidad estudiantil resuelta y participativa, que no solo llena nuestras aulas, sino que también constituye el vital flujo que revitaliza nuestra alma mater.
Valoramos profundamente a los valientes estudiantes que alzaron la voz, compartieron y defendieron sus opiniones y luchan por una universidad diferente: democrática, plural, crítica y transparente, que con autenticidad represente y sirva a nuestra sociedad. Su coraje al enfrentar las resistencias del status quo es esencial para el fortalecimiento y consolidación de nuestra universidad como un ente que responde y evoluciona junto con las necesidades de su comunidad.
Dentro de nuestra universidad, también han surgido grupos y movimientos integrados por académicos y estudiantes, todos comprometidos con el objetivo de fomentar cambios significativos. Estos colectivos, aunque pueden tener objetivos distintos, comparten visiones comunes que los convierten en aliados naturales en la lucha por reformar la actual Ley Orgánica de la UAS. Por ejemplo, tanto los movimientos estudiantil y universitario abogan por un sistema democrático que garantice el voto libre, secreto y directo. Además, que abogan por la eliminación de las cuotas hasta alcanzar la gratuidad educativa. Asimismo, otro grupo demanda mayor transparencia en la gestión y el uso de los recursos de la institución.
Es determinante fomentar la creación de más grupos que representen esta diversidad de opiniones e ideas, asegurando que estas voces, que quizás hoy son meros susurros, puedan resonar de manera fuerte y contundente. Al hacerlo, no solo enriquecemos el tejido social de nuestra comunidad académica, sino que también aseguramos que nuestra institución refleje y atienda las variadas necesidades de nuestra sociedad. Al promover activamente la diversidad de pensamiento, prepararemos a nuestra universidad para responder de manera activa a los retos que enfrenta nuestra región y nuestro país.